La Clase Política de Donald Trump
Diego Martín Velázquez Caballero
Vaqueros, ingenieros y guerreros, son considerados los paradigmas del empirismo norteamericano según George Friedman; así pueden clasificarse los personajes que Donald Trump ha llamado a integrar en su administración presidencial.
Por supuesto, resulta complicado describir a los, aproximadamente, veinte mil sujetos que el trumpismo está incluyendo para movilizar al elefante gubernamental; además, también es importante considerar a los grupos del nacionalismo cristiano que juegan un papel preponderante para retomar en el 2028 la agenda MAGA-Heritage y ser el relevo de la mayoría silenciosa WASP que se ha situado como brújula del electorado republicano.
Así como en México el grupo tecnocrático-neoliberal ha sido desplazado por la corriente nacionalista popular, en la Unión Americana el trumpismo se ha identificado con las perspectivas nacionalistas y hegemónicas que buscan la regeneración de los ideales norteamericanos frente a las posturas cosmopolitas woke.
Un antecedente es necesario considerar para dictaminar el nuevo trumpismo, a diferencia del gobierno panista de Vicente Fox donde el grupo burocrático de primer orden fue reclutado por los Head Hunters bajo el imaginario empresarial, el éxito de los plutócratas norteamericanos que se sientan junto al trumpismo se fundamenta en la evidente e incuestionable dinámica productiva de sus empresas al interior y exterior de los Estados Unidos.
El populismo conservador del Mesías Republicano no puede sobrellevar la Unión Americana sólo con la legitimidad de los WASP, pronto tendrá que acudir a nuevos y distintos liderazgos que enriquezcan el proyecto MAGA por fuera de la raza y religión.
El trumpismo es una manifestación de la identidad norteamericana, representa el equilibro y control interno necesario frente a una modernidad y globalización que estaban fracturando los Estados Unidos.
Es innegable el declive imperial estadounidense; aunque, también es cierto que la continuidad de los demócratas en el gobierno hubiera contribuido con la aceleración de la caída.
Donald Trump es dibujado como el nuevo Ronald Reagan; por supuesto, con mayores extravíos y riesgos. Con todo, la élite trumpista confronta al círculo cosmopolita woke del partido demócrata, persistiendo así en la fractura social de los Estados Unidos que no se cierra e, incluso, puede llegar a ampliarse y generar un problema de ingobernabilidad.
El fantasma de la secesión y las nueve u once naciones internas norteamericanas se aparecen como terror y no sólo achaque.
La búsqueda de soluciones por parte del trumpismo; por ahora, sólo se mueven en la idea de la exclusión y el cierre de las fronteras norteamericanas. Añadido a lo anterior, pareciera también que los trumpistas están obligando al exilio para con las élites neoliberales demócratas.
Donald Trump ha triunfado con el tópico nacionalista; pero, ahora, también necesita una estrategia de reconciliación como la que no pudo implementar Joe Biden.
El republicanismo se representa como una fuerza que trata de controlar las tendencias centrífugas de los liberales demócratas. Los intentos para cohesionar Norteamérica y atacar los riesgos que ponen en peligro a los estadounidenses, implican descabezar el ideal neoliberal y globalizador así como fortalecer el ideal de seguridad norteamericano, hacer del nacionalismo una bandera que convoque a la mayor parte de la sociedad.