Durante la madrugada del 4 de julio, Kerrville y la región de Hill Country en Texas fueron arrasadas por inundaciones repentinas, cuando el río Guadalupe se elevó 26 pies en menos de una hora, provocando la muerte de al menos 75 personas y con decenas de desaparecidos, incluidos al menos 30 niños. El recuento más reciente eleva el número de víctimas a más de 100.

En medio de tanto dolor, Trey Ganem, artista y dueño de SoulShine Industries en Edna, Texas — y originario de Kerrville — ha decidido donar sin costo ataúdes y urnas personalizados para las familias que han perdido a sus seres queridos, incluidos niños. Ganem ha calificado este gesto como parte de una labor ministerial: brindar dignidad y belleza a quienes atraviesan el duelo más inimaginable.
Desde 2014 este compromiso se volvió tradición: han ayudado sin costo a familias de Uvalde (2022) y Sutherland Springs (2017), entre otros eventos trágicos.
Su equipo incluye a su hijo Billy y a colaboradores de Soul Art Design, así como empresas como The Graphix House y Solart Design Graphics, que también han donado sus servicios.

Mientras Ganem moviliza recursos, el silencio institucional es ensordecedor. A pesar de que la magnitud del desastre es comparable o incluso superior al huracán Harvey de 2017 (con más de 100 fallecidos y daño masivo), la respuesta oficial ha sido pausada e invisibilizada públicamente.
Agencias como FEMA, la Cruz Roja y otros grupos están activos, pero las familias siguen dependiendo de organizaciones no estatales y donaciones privadas para atención inmediata y servicios funerarios dignos.
No ha habido anuncios sólidos de programas gubernamentales para cubrir los gastos de funerales o apoyo emocional, ni planes expeditos para asistencia financiera directa a los afectados por estas pérdidas humanas.
Cuando la población más vulnerable depende de donaciones particulares para enterrar dignamente a sus muertos, se evidencia un grave déficit en la capacidad del gobierno para proteger y asistir a sus ciudadanos en momentos vitales.
En lugar de desplegar recursos rápidamente y comunicar públicamente planes de auxilio, el gobierno se limita a coordinar acciones desde terceros, mientras ciudadanos como Ganem asumen roles esenciales en el terreno.
La generosidad de Trey Ganem y SoulShine Industries retrata lo que debería ser una responsabilidad pública: ofrecer apoyo integral ante el peor de los escenarios. Que una iniciativa privada salve el honor y la dignidad de los fallecidos en un desastre de consecuencias masivas debería provocar un llamado de atención: ¿dónde está la respuesta oficial que cubra lo básico —como funerales, apoyo emocional y recursos financieros— cuando ocurra una tragedia de estas dimensiones?
En la sociedad moderna, el Estado no puede delegar su deber de proteger la dignidad humana a manos privadas. Es momento de exigir políticas y acciones con visión humana, que acompañen verdaderamente a las víctimas y no dejen huecos donde ciudadanos deben llenar otras instituciones.