En una declaración reciente que ha generado amplio debate, Thom Yorke, vocalista y líder de Radiohead, afirmó que “no actuaría en Israel bajo el régimen de Benjamin Netanyahu”, sumándose así a una larga lista de figuras culturales que han cuestionado la situación política en ese país. Sin embargo, pese a su crítica directa al actual gobierno israelí, el músico no ha abandonado del todo su discurso sionista, una postura que mantiene desde hace años y que defiende como un reconocimiento al derecho del Estado de Israel a existir dentro de un marco democrático.
Durante una entrevista con The Sunday Times, Yorke explicó que en 2017, cuando Radiohead ofreció un concierto en Tel Aviv en medio de protestas del movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), creyó que la música podía servir como puente cultural. “No tocaré en Israel mientras Netanyahu esté en el poder”, señaló, agregando que no desea estar “ni a 5 000 millas de ese régimen”. No obstante, el músico aclaró que su rechazo no es hacia Israel como nación ni hacia su pueblo, sino hacia las políticas de ocupación y el autoritarismo del actual gobierno.
Según medios como Pitchfork y The Guardian, la declaración de Yorke marca un cambio de tono, pero no de principios. En entrevistas anteriores, el vocalista había defendido la legitimidad del Estado israelí y sostenido que la cultura “no debería ser rehen de la política”. En ese sentido, Yorke continúa considerando que Israel tiene derecho a existir como Estado judío, aunque ahora exige que ese derecho se ejerza bajo un liderazgo que respete los derechos humanos y la libertad de los pueblos.
Esta ambivalencia ha generado reacciones encontradas. Activistas propalestinos consideran que Yorke busca suavizar su imagen tras las críticas de 2017, cuando fue acusado de “blanquear” al gobierno israelí por presentarse en Tel Aviv. Sin embargo, otros analistas culturales apuntan que el músico mantiene un enfoque humanista, que intenta distinguir entre un Estado con raíces culturales legítimas y un gobierno que perpetúa políticas cuestionables.
El propio Yorke ha reconocido que su experiencia en Israel fue “incómoda”. En la entrevista reciente, relató que después del concierto un funcionario israelí le agradeció su “valentía por actuar allí”, lo que lo hizo reflexionar sobre cómo su arte podía ser interpretado políticamente. “No quiero que mi música sea utilizada por ningún régimen”, enfatizó.
Pese a sus declaraciones, Yorke no se ha pronunciado a favor del boicot cultural completo contra Israel, a diferencia de otros artistas. Su postura se mantiene en una línea intermedia: condena el gobierno de Netanyahu, pero no al país ni al proyecto sionista en sí mismo. Este matiz ha sido interpretado por algunos como una forma de coherencia personal y por otros como una contradicción.
El debate reabre viejas heridas dentro del mundo artístico, donde la relación entre ética, política y libertad de expresión sigue siendo motivo de controversia. En el caso de Radiohead, la tensión interna también es palpable: Jonny Greenwood, guitarrista de la banda, está casado con una artista israelí y ha defendido la colaboración cultural como vía para el entendimiento entre pueblos.
Thom Yorke, por su parte, parece decidido a marcar una nueva etapa: más crítica hacia los gobiernos, pero aún conciliadora con los ideales del sionismo cultural. En un contexto global polarizado, su postura refleja el dilema de muchos artistas que intentan navegar entre la coherencia ética y la complejidad de los conflictos internacionales.