abril 18, 2025 7:25 am
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Kamay: cuando la pérdida y el luto alcanzan las montañas

En el gélido frío, entre las curvas de las montañas, una familia corta leña, teje y prepara su cena. Aquí nada llega. Nada puede llegar a las montañas, consuela el padre de la familia. Ni escuchando los estruendos de las bombas, que se lleva la nieve y el viento; ni las balas que quizá se ignoran y confunden con algún sonido natural. Este es el punto cumbre antes de la caída: no una resolución sino una angustia perpetua en la que se deja tanto a la familia como al espectador del metraje Kamay (2024). 

Empiezo en el final para narrar lo que ocurre en este documental, pero esa realidad se permea en todo el filme; es simplemente que la situación se hace más ruidosa y evidente en los últimos minutos. Una huida inevitable, el abandono del hogar: así inicia y termina el proyecto de Ilyas Yourish, que fue traído como parte de la Gira de Documentales de Ambulante en su edición 2025. 

En un metraje de 106 minutos de duración, el lenguaje visual hace evidente la conexión de esta familia hazara tanto con su espacio y hogar como entre los miembros que la conforman. Así, antes de este duelo final le precede uno más grande: la pérdida de la joven Zahra, hija de familia, en la Universidad de Kabul. Zahra también había tenido que dejar atrás su hogar para iniciar sus estudios, atravesando zonas de peligro y a la sombra de un conflicto violento que amenaza con la llegada del régimen Talibán

Esa sombra, aún difusa, ya cubre los procesos de justicia, en los que las mujeres no obtienen sino cuestionamientos y revictimización. La gente habla de un suicidio, las autoridades también. Nada es certero más que el testimonio de la familia quienes saben que Zahra perdió la vida a consecuencia de discrepancias, no específicas, con uno de los profesores de la institución. 

La familia sobrelleva la pérdida mientras escucha las bombas caer a sus costados; el eco advirtiendo y llegando a sus ventanas, en medio de la cena y buscando cerrar las heridas que se vuelven a abrir con violencia cada vez más. La dirección de Ilyas Yourish y fotografía de Shahrokh Bikaran hacen que el espectador experimente una inmersión hacia la familia: sentados junto a ellos, somos parte de la conversación, reímos, lloramos, buscamos respuestas. Escuchamos el agua correr y las ramas crispar en el fuego y luego esos ruidos lejanos que Zahra ya no escucha. 

La paz de las montañas no es más que una imagen que recuerda el vacío de Zahara y anticipa la sombra que ya la cubría. La voz de su hermana, Freshta, no busca consolarnos sino contarnos y advertirnos lo que ella misma ya cuestiona, mientras se busca justicia por su hermana, intenta continuar con sus propios estudios, y antes de abandonar su hogar como Zahara. 

Al final, el ruido se escucha más en los lugares silenciosos y solo queda el consuelo de que la familia continúa unida antes de que los talibanes arriben.

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