Fue el Estado

A casi 56 años de la masacre de Tlatelolco y a 10 años de la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, se entretejen historias que no se olvidan.

¡Dos de octubre no se olvida es de lucha combativa!

Soy un egresado de antropología social de la UAM Iztapalapa, una universidad pública. Mi generación estudió entre paros y huelgas, al igual que aquellos muchachos del 68 boteábamos en las calles y tomamos transportes públicos, levantamos las plumas de las casetas de cobro en las carreteras federales, tuvimos compañeros presos, algunos amigos míos. Hacíamos colectas en solidaridad a los compañeros de Ayotzinapa, quienes siguen al día de hoy buscando, entre el lodo y los basureros institucionales para encontrar a sus camaradas.

Entré a estudiar en octubre de 2014, a las pocas semanas de enterarnos de la brutalidad y alcance político que representaba para los jóvenes de clase trabajadora que desaparecieran como si cualquier cosa a 43 estudiantes que se formaban en un internado de una normal rural para ser maestros.

Al principio, las noticias se pretendían lejanas como tratando de minimizar lo sucedido “esas cosas que pasan allá en Guerrero”, como la prensa hace cuando algo no le va bien a la imagen pública de algún político importante, en aquel entonces empezando por Peña Nieto y su gabinete, en un ambiente de imperdonable criminalización de la protesta. En un intento grotesco por darle carpetazo a otro hecho más de un crimen perpetrado por el Estado. Pero no, no somos tontos.

Hoy se me cierra la garganta a unos días de haberse cumplido diez años de aquella trágica noche en Iguala. La historia de lucha política y social de los normalistas daría para escribir bibliotecas enteras, pero al menos vale hacer una acotación.

La represión, el ocultamiento, la desaparición forzada de jóvenes, disidentes, y la constante de encontrar cuerpos en fosas clandestinas, que “no eran las que se buscaban” pero que nos relatan de cualquier manera las historias de aniquilación de cualquiera que se atreva a levantar la voz frente a las injusticias, golpea como un eco tras la sordera institucional.

La respuesta del Estado, la solidaridad entre las juventudes, el dolor que trasciende fronteras y tiempos entre quienes buscan a sus familiares desaparecidos, la represión y crímenes de Estado impunes hasta su última consecuencia, marcan en fin los espacios de vacío en la búsqueda

El narcotráfico, la impunidad y las fosas florecen por todo el territorio mexicano. ¿Cómo se conectan la masacre de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas acontecida el miércoles 2 de octubre de 1968 y la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa el 26 de septiembre del 2014?

1968 fue un año marcado por cambios alrededor del mundo, la guerra fría se encontraba aún presente, el miedo al comunismo en los países “democráticos” y el miedo a la disidencia en los países del bloque socialista, apretujaban las estructuras sociales, ahogaban a las juventudes en todo el mundo, la modernización y el auge económico de ese entonces, vino acompañado de represión contra los movimientos obreros, de liberación, los movimientos contra el racismo, los feminismos, las dictaduras en América Latina, los movimientos insurreccionalistas y revolucionarios, el triunfo guerrillero de Vietnam y Cuba,  así como el constante intervencionismo norteamericano marcaron la tesitura general de esa década y la siguiente.

En México, los movimientos sociales fueron reiteradamente vulnerados por el poder, como fuera el caso de las huelgas de ferrocarrileros entre 1958 y 1959 por mejorar las condiciones salariales, del magisterio y de los campesinos sin tierra igualmente a finales de los años cincuenta. Para inicios de los sesenta ya se habían constituido en guerrillas rurales los movimientos de Lucio Cabañas y Genaro Vásquez, y había una gran cantidad de muertos y presos políticos. Particularmente en Guerrero.

En la Ciudad de México, las universidades públicas fueron el nicho de una de las primeras generaciones de estudiantes de clase trabajadora que encontraron espacios de diálogo y pensamiento, que giraban en torno a las problemáticas económicas, políticas, culturales y sociales que atravesaba esa generación.

Las olimpiadas de México 1968 se avecinaban, tratando de empujar al país hacia el ojo mundial del desarrollo económico y la integración en el mundo globalizado. Se tenía pensado que, por medio de ese monumental gasto, México compartiría una agenda con el resto del mundo, para sorpresa del poder lo encontró, pero fue la resistencia de una generación que no estaría dispuesta a seguir los mismos caminos trazados por sus antecesores, fue el despertar de la contracultura, de un espíritu de cambio, de la búsqueda de subvertir las estructuras.

El resultado fue la muerte de muchas personas (no se sabe cuántas con certeza), que dejaron tras de sí zapatos, prendas, familias esperando que regresaran de un Mitin en una plaza pública. Muchos no volvieron.

Inicios de la represión y de la organización estudiantil  

Díaz Ordaz fue presidente de México entre 1964 y 1970, durante lo que se conoce como el Milagro Mexicano, momento en el cuál a consecuencia del crecimiento demográfico, la industrialización maquiladora del país y el reacomodo de la economía capitalista tras la Segunda Guerra Mundial, se dió un mayor ciclo de consumo entre algunos sectores la clase trabajadora y un despunte generalizado de la economía nacional.

Sin embargo, este crecimiento económico fue acompañado por un autoritarismo y brutalidad sin parangón. La censura, la violencia, el centralismo y el recalcitrante conservadurismo, eran palpables. Diría al respecto Paco Ignacio Taibo II:

“Parecía como que el PRI había decretado que era eterno y que era todo, <<no solo somos el cien por ciento, si no que somos eternos>> y eso estaba allí: esa sensación de ahogo, de asfixia de falta de oxígeno.”

Una disputa entre alumnos de las preparatorias 2 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y una prepa particular adscrita a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Isaac Ochoterena que se dio tras un partido deportivo, fue desproporcionadamente reprimida por el entonces llamado Cuerpo de Granaderos la tarde del 22 de julio.

Tras las detenciones arbitrarias y las golpizas propinadas entre el 22 y 23 de julio, los estudiantes tanto del IPN como de la UNAM, hacen asambleas para exigir un alto a la represión. Para el día 24, varios profesores de ambas escuelas sostuvieron que en el enfrentamiento en dónde se hicieron pasar granaderos por estudiantes de las prepas públicas apedrearon las instalaciones para justificar el agravio de los policías, mismos que golpearon brutalmente a una maestra, varios profesores y muchos estudiantes, tras estos hechos las preparatorias cierran hasta el día 26 reanudando actividades

El mismo 26 de julio, una marcha de estudiantes liderados por la entonces Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET) se congrega en el monumento a la revolución, donde se encuentran con jóvenes del Partido Comunista quienes conmemoraban la toma del Cuartel Moncada en Cuba, ambos contingentes se unen y pretenden llegar al zócalo. Son reprendidos por la policía capitalina, quienes además agredirían a estudiantes de la prepa 3 de la UNAM, que nada tenían que ver con dicha marcha, adicionalmente, la policía arremetió contra las instalaciones del PC y su semanario “La Voz de México”, arrestando a sus líderes.

Para el 27 de julio, se hacen asambleas tanto en la UNAM como en el IPN, hay varios jóvenes y miembros del Partido Comunista detenidos, los profesores de ambas escuelas culpan directamente a la policía por los actos de violencia y represión contra profesores y alumnos.

La Escuela Superior de Economía del Politécnico, acuerda aplazar a huelga general a partir del día 29, el Comité de Lucha exige: 1. Desaparición de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET). 2. Expulsión de sus dirigentes y de pseudo estudiantes miembros del PRI y agentes del gobierno. 3. Desaparición de los cuerpos represivos.

Los estudiantes del Politécnico convocan a huelga indefinida hasta que se validen las renuncias de los jefes de policía del D.F. y con la disolución del Cuerpo de Granaderos. Luis Cueto Ramírez entonces jefe de la policía del Distrito Federal, amenaza directamente al movimiento estudiantil, tachando a los estudiantes de “agitadores profesionales” que ponían en riesgo al Estado y al orden a pocos días de las Olimpiadas, revictimizando a los estudiantes a quienes culpaba por la violencia ejercida hacia ellos, añadiendo: “si hay más actos de violencia, la policía tomará las medidas necesarias para reprimirlos y actuará con energía”

El día 30 de julio, una bazuca disparada por un miembro del cuerpo de fusileros paracaidistas destroza la puerta histórica de la entrada de la preparatoria número 1 de la UNAM ubicada en San Ildefonso. Hieren al menos a quince estudiantes que se habían guarecido en el interior de la prepa colocando muebles a modo de barricada tras esta, esperando atrincherados, mientras las fuerzas del orden se amotinaban para tratar de derribarla.

El mismo 30 de Julio el entonces rector de la UNAM Barrios Sierra, izó la bandera nacional a media asta en motivo de luto por lo ocurrido en días anteriores entre las fuerzas represivas del Estado y los estudiantes, las transmisiones de Radio Universidad suspendieron labores de forma temprana, como símbolo de inconformidad. La policía abandona las instalaciones de la prepa 5 de la UNAM.

Al día siguiente el rector de la UNAM encabeza una marcha de C.U. a Feliz Cuevas culminando en el regreso a CU con un discurso del ingeniero Barrios Sierra. Díaz Ordaz hace un comunicado desde Guadalajara dónde expresaba una política de “mano extendida” para quien quisiera estrecharla.

El 2 de agosto se conforma el Consejo Nacional de Huelga (CNH) con voceros de distintas universidades públicas y privadas de la ciudad, del interior de la república, así como de centros de estudio medio superior, entre los que destacan  el Instituto Politécnico Nacional, la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, la Escuela Normal Superior, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, El Colegio de México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) dos días más tarde este organismo estudiantil haría público su pliego petitorio de seis puntos:

1. Libertad a los presos políticos.

2. Destitución de los jefes de la policía y de los granaderos.

3. Extinción del Cuerpo de Granaderos

4. Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal

Federal, relativos al delito de disolución social.

5. Indemnización a los familiares de los muertos y heridos desde el inicio del conflicto.

6. Deslinde de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo por parte de las autoridades mediante la policía, los granaderos y el Ejército.

El 5 de agosto, marchan alrededor de 100 mil estudiantes de las distintas escuelas superiores desde Zacatenco hacia el Casco de Santo Tomás, debido a las agresiones sufridas durante las semanas previas. Los estudiantes proponen un plazo de 78 horas para cumplir el pliego petitorio, o de lo contrario aplazar la huelga nacional.

Para el 8 de agosto, tras la sordera institucional frente al pliego petitorio que exigía el CNH y tras el plazo de tiempo agotado, profesores y alumnos de las distintas escuelas se unen al movimiento, tal fue el caso de las universidades de Sinaloa, Baja California y Tabasco, el Instituto Tecnológico de Veracruz y las Escuelas Normales Rurales, entre ellas la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.

El 27 de agosto se realiza una marcha desde el museo de Antropología hacia el zócalo, trabajadores del Hospital General entran en huelga en solidaridad con los estudiantes, más de 400 mil personas acuden a la marcha. En el zócalo capitalino se iza una bandera rojinegra en la asta bandera, que no fue arrancada hasta que el contingente disminuyó.

El ejército desaloja la Plaza de la Constitución donde se encontraban alrededor de 3000 estudiantes entre la noche del 27 e inicio del 28 de agosto. Con tanquetas, arrolla los campamentos improvisados por los estudiantes, y los intimidan por las calles adyacentes al zócalo. “los estudiantes no sólo fueron desalojados, sino perseguidos a lo largo de las calles del centro histórico hasta la Torre Latinoamericana, donde el Ejército corta cartucho. En El Caballito, en las inmediaciones de Bucareli y Reforma, arremete a culatazos contra los estudiantes” informa un documento de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS), dependiente de la Secretaría de Gobernación. Para este momento hay presos políticos desde 1958 del movimiento ferrocarrilero y más de 80 estudiantes presos en Lecumberri.

Mientras todo esto sucedía, desde noviembre de 1967 las Normales Rurales, fueron amenazadas por apoyar al movimiento estudiantil de la Ciudad de México, así como por apoyar los movimientos campesinos locales y sus propios procesos internos en la búsqueda de la defensa de la educación rural, científica, democrática y popular. El papel de la SEP fue central en los intentos de intimidación hacia las ENR al amenazar la desaparición de la mitad de ellas, mientras otras tantas que se habían sumado a las movilizaciones fueron ocupadas por el ejército mexicano.

El 19 de septiembre son tomadas las instalaciones de C.U. por el ejército, “En los primeros minutos de hoy algunos detenidos fueron conducidos a Lecumberri; 43 mujeres y 104 hombres fueron entregados a la Procuraduría del D.F.”

El personal médico de varias instituciones públicas como los del hospital General de México, Juárez, de la Mujer, del Centro Médico Nacional, y del Hospital de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas entran en huelga en solidaridad con los estudiantes.

El 23 de este mes, entran en huelga la Escuela Rural de Tamatán, así como la Universidad Autónoma de Baja California.

Este mismo día, el ejército ocupa el Casco de Santo Tomás perteneciente al IPN, que se encuentra resistiendo desde hace tres días los embates de la policía y granaderos. Las procuradurías han consignado penalmente a 93 personas detenidas, a quienes se les imputan varios delitos.

En Bogotá, un grupo de intelectuales y políticos colombianos se manifiestan en contra de la ocupación de la UNAM. El Ing. Barrios Sierra presenta su renuncia ante la junta de gobierno de la UNAM, por las violaciones hacia la autonomía universitaria, así como por los excesos sanguinarios del gobierno.

24 de septiembre, para apoyar a los granaderos que no lograron vencer a los defensores del IPN en Zacatenco, llegaron 30 vehículos militares, 13 carros blindados y 59 patrullas de policía, transportando a mil soldados y 150 agentes judiciales. Los estudiantes se retiraron discretamente, y cuando la policía y el Ejército tomaron las instalaciones, no encontraron a nadie para arrestar. La Cruz Roja y el Hospital Rubén Leñero reportaron 33 heridos y se mencionó la muerte de un estudiante. Tras la operación, se acordonó la Unidad y los soldados, igualmente armados, se dirigieron a Santo Tomás a las 3 am para apoyar a los granaderos. Las fuerzas armadas sitiaron el Casco, y después de varios tiroteos, tomaron el control del lugar.

La Vocacional 7 fue tomada en la primera hora de la madrugada del 25 de septiembre por policías y soldados. Un número indeterminado de estudiantes y 50 mujeres que protestaban contra las fuerzas fueron detenidos. La Policía informa que en la Ciudadela un muchacho del IPN muere de un balazo, y de un herido. Confirman que otro murió de dos balazos durante la toma de la Voca 7.

Continúan los mítines en la Prepa 7 y en la Plaza de las Tres Culturas. Se anuncia que en adelante Tlatelolco será punto de reunión del Movimiento. Crece el descontento por la represión en contra de los estudiantes. La Asociación de Estudiantes de Guatemala se manifiestan frente a la embajada mexicana en su país por las muertes de los estudiantes y la ocupación de C.U. En Estados Unidos, marchan estudiantes de Nueva York y Columbia en apoyo a los estudiantes de México.

El día 27 de septiembre, Barros Sierra tras la negativa de la junta de gobierno de la UNAM y del apoyo estudiantil, declara su permanencia en el cargo. El CNH apela al diálogo y al cumplimiento del pliego petitorio de seis puntos, continúan los patrullajes policiacos en toda la ciudad y se dicta auto de formal prisión a los estudiantes detenidos durante la toma militar de Ciudad Universitaria. Muestras de solidaridad con el movimiento estudiantil se expresan en distintos países, Finlandia, Brasil, República Dominicana e Inglaterra son ejemplos de ello.

El mismo día, acuden alrededor de 5 mil participantes a una concentración en la Plaza de Las Tres Culturas en Tlatelolco, dónde siete oradores desmintieron las versiones oficiales de que hubiera grupos armados en las instalaciones de Santo Tomás del IPN, urgieron a los diputados a presentar su renuncia. Se acordó llevar en esa misma plaza otro mitin para el día 2 de octubre, animando a los estudiantes a recuperar sus escuelas tras la salida de los militares, el movimiento estudiantil no ha terminado.

Plaza de Las Tres Culturas 2 de octubre 1968

Memorial de Tlatelolco [fragmento] Rosario Castellanos

La oscuridad engendra la violencia

y la violencia pide oscuridad

para cuajar el crimen.

Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche

para que nadie viera la mano que empuñaba

el arma, sino sólo su efecto de relámpago.

Una gigantesca cantidad de fuerzas represivas se encuentran apostadas ya en las cercanías y el interior del conjunto habitacional Tlatelolco-Nonoalco. Donde se habían reunido unas diez mil personas en la explanada del lugar. El CNH habla desde el tercer piso del edificio Chihuahua hacia las personas allí reunidas.

Ancianos y niños, jóvenes estudiantes y vecinos de Tlatelolco, periodistas que venían a cubrir los eventos olímpicos, vendedores ambulantes, transeúntes de paso, mujeres con niños cargando y hombres de todas las edades y estratos sociales conformaban una multitud a pie. Pese a la gran cantidad de fuerzas del Estado, el mitin prosiguió por un rato.

Aparecieron un grupo de ferrocarrileros en huelga solidaria con los estudiantes anunciando un paro que se llevaría a cabo al día siguiente, un muchacho de apellido Vega anuncia que debido al despliegue del ejército y de una posible represión, se cancelaría la marcha después del mitin con destino al Casco de Santo Tomás del IPN. En ese momento aparecen unas luces en el cielo que caían desde un helicóptero que sobrevolaba el lugar, son cerca de las 17:30 horas del día dos de octubre.

Oriana Fallaci, periodista de la revista italiana l’Europeo, que se encuentra en la tribuna, se inquieta al observar lo que ocurre: “En Vietnam, cuando un helicóptero lanza bengalas es que está ubicado el sitio al que hay que bombardear”. Antes de que termine de expresar su preocupación, soldados salen rápidamente de vehículos blindados y camiones militares, portando ametralladoras y otras armas pesadas, y comienzan a disparar contra la multitud. Otros efectivos también abren fuego desde los techos. Entre la gente, algunos civiles, identificados por llevar un guante blanco en la mano izquierda, disparan mientras gritan «¡Batallón Olimpia!» para que los soldados no los confundan. Cuenta Elena Poniatowska (1996: 167) en La noche de Tlatelolco: “Se oía el fuego cerrado y el tableteo de ametralladoras. A partir de ese momento, la Plaza de las Tres Culturas se convirtió en un infierno.”

Pese a que los oradores instaron a guardar la calma, el Batallón Olimpia llega a amedrentar a punta de culatazos a los oradores del CNH, hay disparos por todas partes, los tanques, yips y camiones blindados rodean la Plaza. Ametralladoras pesadas colocadas en los vehículos militares rafaguean en todas direcciones.

Las personas corren por toda la plaza, muchos alcanzan a salir de esta por el lado oriental, pero cientos no corren con tanta suerte, se topan con columnas de militares y balas. La Iglesia de Santiago Tlatelolco está cerrada, en las ruinas adyacentes a la iglesia caen muchos cuerpos.

Los allí presentes buscaron refugio en los edificios cercanos, los vecinos escondieron en sus departamentos a aquellos desconocidos jóvenes que huían ante el terror provocado por las fuerzas armadas y paramilitares responsables de aquella masacre. 

Al interior de las torres de relaciones exteriores, los cuerpos policiacos y militares vejaron, golpearon y torturaron a muchos jóvenes, principalmente a aquellos pertenecientes al CNH a quienes obligaron a desnudarse completamente y permanecer con los brazos levantados contra las paredes hasta que los trasladaron horas más tarde de forma violenta principalmente al campo militar número uno. No se permitió el paso a los reporteros, ni al personal médico hasta alrededor de las 19:10, cuando comenzaron a entrar trabajadores de la cruz roja y cruz verde.

Los hospitales estaban fuertemente resguardados por la policía y los militares, las victimas de aquella noche serían puestos a disposición del Procurador General de la República. Se calcula que en esta cruenta noche participaron 5 mil soldados, un gran número de policías y 300 vehículos militares y policiacos. Según la CNDH, el número oficial de muertos por la masacre ascendió a 30 decesos. En los hospitales se reportaron 53 heridos graves; no obstante, se calculó que el número de detenidos en el Campo Militar Número Uno llegó a 2,000 mil. Con el paso de los años y gracias a diversos testimonios, la apertura de archivos y expedientes sobre aquel movimiento se conocieron otras cifras. En 2006, el reporte de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado mencionó que no es posible dar un número exacto, aunque en el informe consignó alrededor de 350 muertos.

Al día siguiente los noticieros hablaron del buen clima, las voces públicas que daban cuenta de los hechos callaron e incluso justificaron el actuar de la fuerza pública y de la decisión política de reprimir mediante la muerte al diálogo, de censurar con el encierro a los jóvenes, de disparar a transeúntes, a mujeres y niños mientras seguían las pesquisas y los cateos en búsqueda de miembros del CNH en los apartamentos de Tlatelolco, que seguían sitiados por el ejército. 

Reproduzco en extenso un fragmento de declaración firmado por 30 senadores sobre los hechos ocurridos el dos de octubre de 1968, que aparece en el suplemento n°21 del primero de octubre del 2018 en la Gaceta UNAM:

En un documento firmado por 30 legisladores de la Gran Comisión, el Senado de la República denuncia “actos graves de agresión en contra de la policía y del Ejército mexicano mediante el empleo de armas modernas de alto poder, cuyo uso permite presumir fundamentalmente la participación de elementos nacionales y extranjeros que persiguen objetivos antimexicanos de extrema peligrosidad”.

Además, justifica “plenamente” la intervención de la fuerza pública en los sucesos de ayer en la Plaza de las Tres Culturas, “para proteger no solamente la vida y la tranquilidad de los ciudadanos, sino, al mismo tiempo, la integridad de las instituciones del país”; y considera que la actuación del Ejecutivo Federal se ha apegado a la Constitución política del país y a las leyes vigentes, “que le señalan como deber el mantenimiento de la seguridad interna”.

Más adelante, los senadores puntualizan: “Queremos insistir en que el país ha venido disfrutando de un clima de libertades, de garantías constitucionales y que nuestro gobierno ha sido un defensor de nuestras instituciones democráticas que son el resultado de la evolución política del pueblo mexicano”.

Nada más lejos de la realidad, la sangre no la borraron ni los chorros de agua que salieron de los camiones de bomberos esa madrugada a lavar la plaza, a limpiar la vergüenza.

La historia de las normales rurales, su papel en la formación de cuadros políticos y su vínculo con las luchas campesinas y populares encabezadas por figuras como Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, está profundamente entrelazada con el contexto de la Guerra Sucia y las movilizaciones estudiantiles de 1968. A pesar de las presiones del gobierno y la SEP por cerrarlas, los normalistas expresaron su solidaridad con los estudiantes reprimidos en la capital. Este apoyo, al igual que las luchas de esas épocas, es parte de una trágica e irónica historia que une a generaciones y territorios, a estudiantes, campesinos y trabajadores, a madres, padres, hermanos y hermanas que, hasta hoy, siguen buscando a sus seres queridos en fosas que no dejan de multiplicarse.

En 2014, estas historias vuelven a entrelazarse, pues los crímenes de Estado, las acciones extrajudiciales de las fuerzas militares, la censura, la criminalización de la protesta, la actuación de grupos paramilitares y cuerpos policiacos, junto con el papel de los medios de desinformación y las desapariciones forzadas, nos llevan nuevamente a un punto en común: el 2 de octubre.

El 26 de septiembre de 2014 varios estudiantes de Guerrero, se dirigieron a Iguala para recabar fondos para su escuela en cuatro autobuses, con la finalidad de dirigirse a la marcha conmemorativa del dos de octubre en la CDMX. Los normalistas intentaron tomar otros dos autobuses en la entidad de regreso a la normal. José Luis Abarca Velázquez en ese punto, ordena a las fuerzas municipales que persiguieran y detuvieran a los compañeros normalistas. Lo anterior resultó en que 25 de los normalistas fueran heridos y 43 más desaparecieran, para nunca ser encontrados.

La versión oficial de los hechos implicaba directamente a las fuerzas policiales del estado quienes entregarían supuestamente a los desaparecidos al crimen organizado para después ser ejecutados e incinerados en el basurero de Cocula municipio cercano a Ayotzinapa y tirados sus restos al Rio San Juan, esto cubría una coartada perfecta para el PRI quien se jugaría elecciones en el municipio en el 2015, tachando al PRD de ser responsable directo de haber entregado a los compañeros hacia su muerte. Esta sería la versión que presentara Murillo Karam como Procurador General de la Nación.

Dicha “verdad histórica» fue echada por tierra muy pronto, lo que le costaría el cargo, tras entenderse que las redes de impunidad llegaban arriba, muy arriba…

En las semanas venideras, se encontraron más de veinte fosas clandestinas con numerosos cuerpos, lo que atrajo la atención de los familiares de las víctimas y el cuerpo de peritos del del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que fueron a asesorar el caso, sin embargo, ninguno de los restos pertenecían a los desaparecidos. No se volvió a hablar más de los desaparecidos que sí se encontraron.

Entre noviembre y diciembre de ese año muchos estudiantes nos sumamos a las protestas y toma de nuestras escuelas en solidaridad y acompañamiento de los compañeros normalistas, a la fecha los padres de los 43 desaparecidos siguen buscándolos y nosotros recordamos, no olvidamos.

Tras los acontecimientos del 26 y 27 de septiembre, se formaron redes y asambleas interuniversitarias que unificaron esfuerzos para visibilizar la lucha por la aparición con vida de los normalistas. La primera Asamblea Interuniversitaria se realizó el 10 de octubre de 2014, donde se convocaron a estudiantes de diversas instituciones para coordinar acciones y movilizaciones. La consigna «¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!» se convirtió en el lema central del movimiento.

Consignas que sonaban en los bajo puentes, los cientos de pasos que atiborran las calles en esos momentos remiten indudablemente a recordar que ¡fue el Estado! Las movilizaciones se hicieron no solo en Guerrero, sino también en otras partes del país y del mundo. Cada 26 de septiembre se realiza una marcha masiva en Ciudad de México, que inicia en el Ángel de la Independencia y culmina en el Zócalo. Estas manifestaciones han reunido a miles de personas, incluidos familiares de los desaparecidos, estudiantes, organizaciones sociales y políticas.

Además, el «Día de Acción Global por Ayotzinapa» fue una iniciativa que reunió a intelectuales y activistas internacionales para exigir justicia. Esta acción global incluyó la firma de peticiones dirigidas al gobierno mexicano por parte de más de 500 académicos y académicas

A pesar de todos los esfuerzos que han involucrado a estudiantes, académicos y activistas del mundo, del país y de Guerrero, a los padres de los normalistas desaparecidos y a miles de ciudadanos conscientes, quedan muchas preguntas por resolver, muchos huecos que llenar y a pesar de que la aparición de los 43 fue una de las promesas de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, seguimos buscando verdad y justicia. El sexenio de AMLO terminó sin pena ni gloria en la búsqueda de resultados y reparación en el Caso Ayotzinapa, se va a su rancho “La chingada” dejando tras de sí 52 mil cuerpos sin identificar y más de 116 mil personas desaparecidas en México.

Aún queda por resolver muchas de las implicaciones que ha tenido y presumiblemente tiene el ejército en el encubrimiento de sus altos mandos, en la negación y ocultamiento de archivos que podrían ser relevantes para el caso. Informes recientes, entre ellos uno del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), han revelado que el Ejército estaba al tanto «en tiempo real» de la desaparición de los estudiantes y de las acciones de los grupos criminales implicados. Documentos internos muestran que la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) había estado vigilando a los delincuentes antes de los hechos y disponía de información sobre los posibles paraderos de los normalistas desaparecidos.

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