junio 12, 2025 7:41 am
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Tu mamá nunca dejó de buscarte: se confirma muerte de Rafita

Se ha confirmado bajo rigor científico lo temido desde el 15 de abril en que fueron encontrados restos oseos enterrado en una vivienda de la colonia Playas del Sur, en Puebla: se trataba del cuerpo del pequeño Rafael Huerta Vega; Rafita, como es llamado amorosamente por su madre y las buscadoras que por casi cinco años la acompañaron en su lucha y compartieron su ficha de búsqueda, con la esperanza de localizar a este niño de 12 años, que fue visto con vida por última vez el 6 de octubre de 2020; día en que supuestamente fue enviado, por su madrastra, a la tienda a comprar frijoles.

María Luisa Nuñez, fundadora del Colectivo Voz de los Desaparecidos en Puebla, dió en redes sociales la triste confirmación de que «ya se tiene la verdad», Rafita pereció.

Lo expresó con la digna resignación que las buscadoras han desarrollado a lo largo de los años siguiendo las pistas de sus seres amados, y que en este caso fue cultivada en los casi dos meses que han pasado desde que la Comisión Nacional de Búsqueda llevó a cabo diligencias en la casa de la calle Río Grijalva en la que Rafita vivía con su papá y su madrastra, quienes tenían su custodia pese a la batalla de su mamá y su abuelita por recuperarlo, ya que el niño era víctima de maltrato y violencia familiar, al igual que lo fue su mamí antes de la separación de su ex pareja.

La dolorosa tarea de sacar los huesos del pequeño del suelo que tendría que haber Sido un sitio seguro, fue realizada por los colectivos de búsqueda, agentes ministeriales y la policía, quienes usaron una excavadora para extraer la verdad que por cinco años fue ocultada mientras la mamá de Rafita luchaba por encontrarlo.

La marca del infanticidio rodea este caso, pero esa declaración penal aún tiene que correr el camino de la debida investigación y el proceso legal.

No le toca el juicio a la sociedad, sino a los investigadores y jueces que están obligados a armar los hechos incluyendo piezas como las denuncias de maltrato y los testimonios de vecinos, que un día antes de la desaparición de Rafita vieron al padre -también llamado Rafael- rascando un hoyo.

Mientras continúa el trayecto hacia la justicia, Rafita ha vuelto a su madre que nunca dejo de buscarle, aunque no lo hizo en vida para reconstruir la felicidad que les fue arrebatada. 

En Puebla se respira la amarga paz de una verdad desgarradora que debe obligar a la sociedad a no soltar nunca la causa de las buscadoras, y debería movernos a suscribir también la lucha de otras colectividades, la lucha contra la violencia a las infancias.

Rafita descansa en paz y a Puebla corresponde estar despierta para que se haga justicia por su caso.

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