“Hombres: su chamba es con los incels”, es lo que recalca Jumko Ogata, junto a Patricia Benito y Alba Muñoz frente a un auditorio en su mayoría jóven; quizá el público más relevante para poner a la mesa las problemáticas que les envuelven en un deslice al alcance de su mano.
En un contexto en el que las tendencias a discursos peligrosos se hacen más presente en redes –desde tradwives e incels– el feminismo continúa en constante replanteamiento y haciendo frente a las complejidades. Desde incels hasta tradwives; o desde la ética y entrecruces con la generación de ingresos por plataformas como Only Fans o los vientres de alquiler.
Como parte de la charla «Reescribir el feminismo: maternidades, vientre de alquiler y otras luchas» en la FIL Guadalajara 2025, Ogata, Benito y Muñoz –moderadas por Enzo Maiqueira– abordaron los elefantes más grandes de la habitación, es decir, las tendencias en redes: los influencers o lo llamados “gurus” de las energías masculinas y femeninas. De todo aquello que se disfraza de novedad y estética pero que oculta el mismo discurso machista.
Los incels son una parte clave de este charla; un fenómeno que se mueve desde plataformas para vender a audiencias jóvenes una solución al rechazo, producto del machismo y violencia. La propuesta no es más que más machismo y misoginia inamovible y casi que imposibilita la comprensión de fondo del por qué existe una ola de “soledad masculina”.
“El problema es que a las mujeres, a las morritas, no se nos ve ni siquiera como seres humanos”, explicó Ogata, entre las menciones de Andrew Tate, Adrian Marcelo y el Temach, las figuras que se aprovechan de los espacios y momentos de inseguridades para insertar una idea que ramifica: las mujeres son el problema.
“Nos ven como trofeos, objetos, posesiones, como incubadoras, como muchas cosas, como todo menos que seres humanos”
De la mano de la problemática se encuentran las tradwives, otra manifestación del patriarcado reproducido por mujeres que idealizan y romantizan la labor del hogar, la crianza y la familia tradicional. Una mujer de “alto valor” que no necesita trabajo ni remuneración propia sino un proveedor.
Lo importante, recordaron las ponentes, es recordar que todas estas falsas ideas, promovidas como el estatus ideal y de felicidad, no son más que imágenes curadas para las plataformas. Detrás, las cosas son complejas: hay dinámicas de poder, hay complicidad o, por el contrario, represión oculto entre lo aparentemente “hermoso”.
¿El trabajo en redes?
La cosificación es otro de los productos del capitalismo; aunque se diga en reiteradas ocasiones, las autoras lo recalcan. La cuestión, sin embargo, no es condenar o estigamatizar sino comprender.
Alternativas como Onlyfans son formas de trabajo válidas que tienden a ser juzgada desde los extremos. Muñoz recordó a su amiga, una ingeniera que cuenta con una cuenta de contenido erótico. La clave, sin emabargo, la explicó en pocas palabras: “En el momento en el que tu economía depende de eso, ya hablamos de otra cosa”.
A diferencia de la persona que Muñoz menciona, existen numerosas trabajadoras que recurren a la herramienta como necesidad antes que como expresión de su sexualidad. En el capitalismo, los cuerpos se venden, la identidades son productos. Hasta lo vientres de mujeres precarizadas son una “herramienta” que se puede pagar por otras mujeres en posición de privilegio.
El patriarcado no se mueve en una sola dirección, ni solo desde una género. Por ello aquí, la acción de los hombres es indispensable.










