julio 23, 2025 4:23 am
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Fenix y Billy perritos salvados de la turba, la injusticia y ira humana

El pasado 21 de mayo, pobladores de Tehuacán incendiaron la vivienda de la familia señalada por golpear a un joven vendedor de fruta llamado Misael hasta dejarlo inconsciente sobre la banqueta solo por poner su puesto ambulante frente al negocio de la familia.

En el vídeo se pueden ver a dos hombres, presuntamente padre e hijo, golpeando y estrangulando al muchacho hasta que quedó inconsciente en la banqueta, mientras una mujer, aparente familiar de los agresores, les pedía que se detuvieran.

Misael, el joven frutero de 22 años sufrió traumatismo craneoencefálico y un esguince cervical que pusieron en riesgo su vida, sin embargo, los agresores huyeron de la escena antes de la llegada de las autoridades.

Por lo que, en la madrugada del 22 de Mayo un grupo de más de 50 personas indignadas por el ataque se reunieron para incendiar la casa de la familia agresora. 

De este incendio fueron rescatados dos perritos: Billy y Fénix, según relata en sus redes sociales la ong animalista TAC Una Protección al Entorno AC, Billy fue recogido por una persona anónima que lo encontró huyendo del fuego y aún arrastrando su cadena.

Fénix fue rescatado de los escombros al día después de los incendios, sufrió quemaduras de segundo grado y le fueron encontradas varias lesiones.

Pero ahora se encuentra resguardado por el Instituto de Bienestar Animal y la ong TAC Una Protección al Entorno AC, quienes le brindaron las atenciones médicas necesarias, lo están apoyando en su rehabilitación y lo han reunido con su hermano Billy.

TAC compartió en sus redes sociales, una emotiva reflexión que relata cómo estos seres sonrientes vivieron el terror de la situación y nos invita a pensar en las inocentes víctimas de la violencia que es castigada con más violencia:

“Hace apenas unos días, Tehuacán vivió una tragedia que dejó marcas en el alma de muchos… pero también en el corazón de los que no pueden hablar.

Mientras una turba de personas prendía fuego a una vivienda en la colonia Niños Héroes, seres sintientes quedaron atrapados entre el caos, el humo y los disparos. Uno de ellos… era Billy.

Nadie supo de inmediato lo que pasaba con él. Nadie lo vio hasta que salió corriendo entre las llamas, con su cadena arrastrando, los ojos llenos de lágrimas y el alma rota. No huyó por cobardía. Huyó por dolor. Por terror. Huyó porque su mundo se había reducido a escombros en segundos.

Dicen los vecinos que Billy vivía atado, pero con una cadena larga que le permitía andar por los alrededores de la casa. Sus dueños —hoy ausentes, tal vez perdidos para siempre— no querían que se extraviara. Irónicamente, hoy está más perdido que nunca.

Cuando la furia explotó y la puerta fue derribada, Billy no entendía lo que ocurría. Solo sentía el calor abrasador, el estruendo de las piedras, los disparos al aire… y luego al suelo. Una bala casi lo alcanza. Nadie lo protegió. Nadie gritó su nombre. Solo corrió… hasta los pies de alguien que decidió no ignorar su llanto.

Esa persona, que ha pedido permanecer en el anonimato, tomó la cadena de Billy. No sabía qué hacer, pero sabía que no podía dejarlo ahí. Lo resguardó. Lo abrazó con el único escudo que le quedaba: el de la compasión.

Billy no tenía quemaduras visibles… pero por dentro, todo él estaba hecho cenizas. No comía. No dormía. No ladraba. Solo gemía. Extrañaba esa casa que ya no existía. Extrañaba a esas voces que ya no lo llamarían. Extrañaba… incluso, su cadena.

Lo llamamos Billy porque también renacerá. Porque como el ave Fénix, él también resurgirá de entre las cenizas. Aunque aún no sepa cómo.

Pero no era el único.

Al día siguiente, entre los escombros humeantes y las ruinas de esa misma casa, encontramos a otro sobreviviente: Fénix. Quieto. Atemorizado. Con la mirada perdida entre cenizas que alguna vez fueron su hogar.

Fénix no huyó. No ladró. No suplicó. Solo… esperó.
Tal vez no sabía cómo escapar.
Tal vez no quería dejar el lugar donde alguna vez sintió que pertenecía.
Tal vez… simplemente estaba esperando que alguien lo recordara,
o despertar y darse cuenta de que todo había sido una pesadilla.

Y lo hicimos.

Fénix y Billy son hermanos. No solo por haber compartido la misma casa, sino por haber sobrevivido al mismo infierno, con solo un día de diferencia.
Uno corrió entre fuego y gritos.
El otro resistió entre escombros y silencio.

Hoy ambos están en tratamiento. Gracias a muchas puertas que tocamos —y muchas que se cerraron— logramos que se abriera una enorme: el Instituto de Bienestar Animal y el Gobierno del Estado de Puebla y recibió a Billy con los brazos abiertos.

Ahora recibe atención profesional, terapia para sanar su alma herida, su mente confundida y ese pequeño corazón que no deja de buscar entre las sombras a los que lo amaron.

Esta historia no es solo la de dos perritos. Es la historia de los silenciosos.
De los que no tienen voz, pero sí memoria.

Fénix y Billy representan a todos los animales que sufren cuando el odio humano estalla.
Son prueba de que no se necesita hablar para sentir…
y de que incluso en el horror más profundo, hay almas humanas capaces de tender la mano.

Billy aún está triste.
Fénix ya salió de Tehuacán Salvaje pero en espera de estabilizarse.
Pero al menos… ya no están solos. ”

“(…) Billy no entiende por qué su hogar explotó.
Él no sabe por qué los humanos gritaban.
Solo sabe que el miedo se le quedó pegado en el cuerpo.
Una cadena rota,
un corazón temblando… una nueva oportunidad para volver a confiar.”

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