Durante una conferencia de prensa en Washington, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acompañado por su secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., aseguró que el uso de paracetamol (Tylenol) durante el embarazo representaría un riesgo elevado de desarrollar autismo en los hijos. Trump afirmó haber encontrado “una respuesta al autismo” y anunció que su administración impulsará advertencias en las etiquetas de los medicamentos para alertar a las mujeres embarazadas. Incluso llegó a citar a países como Cuba, donde, según él, “virtualmente no hay autismo”, atribuyendo esa supuesta ausencia al menor consumo de Tylenol.
Las declaraciones provocaron críticas inmediatas de la comunidad científica y de organismos internacionales, que recordaron que no existe evidencia sólida que respalde la afirmación presidencial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia Europea del Medicamento (EMA) coincidieron en señalar que la relación entre el uso prenatal de paracetamol y el autismo es, en el mejor de los casos, inconsistente y que el medicamento sigue siendo seguro cuando se utiliza bajo las indicaciones médicas habituales.
Estudios de gran escala realizados en países como Suecia, que abarcan millones de nacimientos, muestran que cuando se controlan factores familiares y genéticos, la supuesta asociación desaparece, lo que refuerza la idea de que Trump confunde correlación con causalidad. Expertos advierten que declaraciones de este tipo generan alarma innecesaria entre mujeres embarazadas, quienes podrían abstenerse de tomar medicamentos necesarios para controlar fiebre o dolor, condiciones que sí representan un riesgo real para la salud materna y fetal.
Además, señalaron que el anuncio no solo carece de fundamento científico, sino que también parece responder a intereses políticos, en consonancia con la trayectoria de figuras dentro de su gobierno que históricamente han puesto en duda la seguridad de vacunas y tratamientos ampliamente probados. El precedente es preocupante: cuando líderes difunden vínculos no comprobados entre medicamentos de uso común y enfermedades graves, se fomenta la desconfianza en los sistemas de salud y se debilita la credibilidad institucional.
En este caso, el mensaje de Trump no solo contradice a los principales organismos científicos internacionales, sino que también amenaza con sembrar pánico entre la población, abriendo la puerta a decisiones médicas perjudiciales y a una nueva ola de desinformación en un terreno tan delicado como la salud reproductiva.