febrero 24, 2025 11:09 am
febrero 24, 2025 11:09 am

Con Trump, el nazismo está bastante más cómodo; No lo podemos permitir 

Con la llegada del derechista y capitalista Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, el fascismo, el nazismo y los movimientos ultras se sienten no solo cómodos, sino incluso fortalecidos. Esta es una situación que no podemos tolerar. 

Hay una película que me gusta mucho llamada *Porco Rosso*. En ella, una de las frases más emblemáticas es: *»Mejor ser un cerdo que un fascista»*. Esa línea, que ha trascendido espacio y tiempo, parece hoy más vigente que nunca. 

Elon Musk, el hombre más rico del mundo con una fortuna estimada en 421,200 millones de dólares, comenzó a construir su riqueza a partir de una mina de esmeraldas ilegal en África. Esa fortuna se ha cimentado en décadas de explotación, muerte, sufrimiento y desesperación, elementos que subrayan las inequidades del capitalismo extremo. 

Este mismo Musk, el pasado 20 de enero de 2025, protagonizó un escándalo al realizar un saludo nazi frente al mundo. Esto ocurrió en un país que se enorgullece de ser el “paladín de la libertad” y de haber derrotado al nazismo en la Segunda Guerra Mundial. La verdadera sorpresa no fue el acto en sí, sino la cantidad de voces que salieron a defenderlo, con excusas tan absurdas como atribuirlo a un “saludo romano”, a los nervios o a su supuesta neurodivergencia. 

Desde hace tiempo sabíamos que la ultraderecha, los nacionalistas y otros grupos extremistas gravitaban en torno a Trump, a quien consideran un enviado de Dios. Sin embargo, los acontecimientos recientes parecen estar ocurriendo a una velocidad alarmante y sin ningún tipo de disimulo. 

En un eco siniestro de la Gestapo, Trump ha otorgado nuevas facultades a la policía migratoria para irrumpir en iglesias, escuelas y hospitales con el objetivo de detener a inmigrantes. 

El odio de esta administración no se limita a la comunidad inmigrante; también ha puesto en la mira a la población LGBTTTIQ+. En sus primeras horas de mandato, ya ha señalado que solo reconocerá dos sexos, lo que amenaza con violentar los derechos de una parte significativa de la sociedad. Además, se retirarán recursos destinados a personas en proceso de transición y se ordenará que quienes trabajen para el gobierno sean reconocidos únicamente por su sexo asignado al nacer. Estas medidas no solo representan ataques concretos, sino que también legitiman un discurso de odio desde la Casa Blanca, alentando a otros a replicar comportamientos peligrosos bajo la sombra del respaldo oficial de Trump, Musk y sus aliados. 

Es imposible olvidar que la derecha es, por naturaleza, antiderechos. Si bien algunas de estas acciones podrán ser frenadas, muchas otras se materializarán. Lo crucial aquí es el discurso: no debemos subestimar su poder. A las palabras no hay que temerles, pero sí entender su peso, y es necesario llamar a las cosas por su nombre. Nazismo y fascismo no son términos exagerados para describir lo que estamos viendo. Confrontarlos es un deber, y debemos recordar que los discursos de odio no son libertad de expresión. 

Esto apenas comienza. Los Mileis, los Trumps, los Putins, los Bezoss, los Salinas Pliego, las Melonis, las Lili Téllez, y otros nombres más, estarán desatados. Sin embargo, los derechos no se negocian ni se entregan. Ya hemos vivido algo similar antes, y sabemos que el silencio de los oprimidos es oro para ellos. No se lo daremos.

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