El triunfo del irlandés Paddy McCorry sobre el israelí Shuki Farage en el evento Cage Warriors 189, celebrado el 31 de mayo en Roma, trasciende lo deportivo para convertirse en un acto cargado de significado político y simbólico. En pleno octágono, McCorry gritó “Free Palestine” mientras golpeaba a su adversario, y al final del combate alzó una bandera palestina, visibilizando la lucha de un pueblo que resiste la sistemática opresión y genocidio impulsados por el sionismo.
Paddy McCorry, boxeador de 27 años originario de West Belfast, Irlanda del Norte, cuenta con un récord profesional de 6 triunfos y 1 derrota. Mide 1.91 metros, pesa 88.2 kg y compite en la división de peso medio, entrenando en Fight Academy Ireland. Actualmente se posiciona en el lugar número 11 del ranking profesional de peso medio en Reino Unido e Irlanda.
En tanto, Shuki Farage, proveniente de Ramla, Israel, registra 2 victorias y 2 derrotas en su historial profesional. Con 1.93 metros de estatura y un peso de 88.1 kg, también pertenece a la categoría de peso medio y entrena en el gimnasio Michaelson Brothers. Según publicaciones en su cuenta de Instagram, Farage formó parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), y en redes sociales circulan imágenes que lo muestran con uniforme militar durante operativos en Gaza.
Más allá de la victoria deportiva, el gesto de McCorry se inscribe en un proceso internacional de solidaridad con Palestina, que denuncia el proyecto colonial y genocida del sionismo como parte de un sistema capitalista e imperialista que explota y divide a los pueblos. La bandera palestina alzada en Roma es un llamado a la unidad mundial contra la opresión y la guerra.
Este acto cobra especial relevancia en un contexto donde la cultura dominante y los grandes poderes del capital internacional intentan invisibilizar y criminalizar la resistencia palestina y justificar la violencia del Estado israelí. La pelea en Cage Warriors, transmitida globalmente, rompe con esa narrativa y pone en primer plano la urgencia de apoyar la liberación de Palestina como parte inseparable de la lucha internacional contra el imperialismo.
La solidaridad expresada en el octágono es un ejemplo de cómo la resistencia se manifiesta en todos los ámbitos, desde las calles hasta los escenarios deportivos, y cómo los símbolos y acciones concretas pueden fortalecer la conciencia y la movilización global en favor de los pueblos oprimidos.
La victoria de McCorry no es solo un triunfo personal, sino un acto de resistencia que desafía al sionismo y su proyecto de exterminio, reafirmando que la lucha por Palestina es parte esencial de la batalla mundial por la justicia, la igualdad y la emancipación de los pueblos.
El enfrentamiento se extendió a lo largo de cinco minutos y tres asaltos. McCorry dominó en la pelea logrando ganar por decisión unánime de los jueces, dejándonos algo en claro: al genocidio y al fascismo no se le discute, se le destruye.