Para algunos analistas sigue causando asombro que México reaccione lentamente frente a las amenazas de Estados Unidos. Aunque se destaca que el país debería organizarse como lo hizo Ucrania frente a Rusia, lo cierto es que la interdependencia de México y Estados Unidos tiene tantos elementos que la integración es más evidente que la fractura, una intervención militar norteamericana incluso puede fragmentar convergencias y valores entendidos en ciertos aspectos. La manifiesta desidia gubernamental pareciera señalar que México vive frente a Estados Unidos una prolongada Indentured Servant, es decir, la servidumbre laboral que ha sido tan importante para el subsidio de la economía norteamericana durante los siglos de su existencia y que, pase lo que pase, la esclavitud mexicana terminará por mitigar la crisis económica de Norteamérica.
La indentured servant ha sido una condición de varias nacionalidades que pretenden integrarse a Norteamérica. Es el cover racial que en algunos casos, como los afroamericanos, se ha prolongado casi como el de los hispanos. Es cierto que esta figura ha desaparecido de la consideración jurídica en la admisión de la nacionalidad y ciudadanía estadounidense; sin embargo, sólo así se comprende que la presión sobre nuestro país adquiera elevados tonos, acciones regulares incrementalistas, por parte de Norteamérica, y resistencia nacional pasiva de la sociedad mexicana.

Por supuesto que los mexicanos en Estados Unidos son más que importantes para la economía del poderoso vecino del norte; empero, México no puede implementar las medidas que el gobierno trumpista pretende para resolver los problemas norteamericanos de las drogas y el empleo. La velocidad histórica entre nuestros países tiene marcadas diferencias.
La falta de sincronía entre México y Estados Unidos puede provocar una de las crisis humanitarias más importantes en la región, el gobierno de Claudia Sheinbaum está obligado a ejercer un liderazgo importante. Es decir, no se trata sólo de exigir el reconocimiento de la importancia que tienen los migrantes, también es fundamental cambiar el contexto regional del país. Si en México disminuyera la inseguridad, el cacicazgo, la fuerza de los poderes fácticos, etc.; también el ingreso de las remesas extranjeras tendría un impacto mejor y la migración disminuiría; la emigración se asemeja a la huida de narcosociedades y espacios terribles llenos de anomías. La atención de los problemas internos también cuenta para que la percepción sobre la emigración mexicana cambie. El universo mexicano está saturado de traumatismos que la pobreza, violencia y narcotráfico provocan.
La presidenta de México no debe ponerse al lado de coyotes, caciques, delincuentes y polleros que tanto tiempo han aprovechado la migración volviéndola trasiego y explotación. Puede cuestionarse la elaboración de políticas públicas panistas durante el periodo foxista que pretendieron involucrar a los migrantes mexicanos en el desarrollo comunitario de sus localidades y la participación cívica en las mismas; es verdad, funcionaron mal y poco. Sin embargo, Morena no tiene nada y tampoco consulta a los especialistas y estudiosos de la materia para aprovechar mejor la importancia material y cultural de las remesas. Las últimas investigaciones sobre el comercio de aguacate y limón tienen aportaciones significativas para entender el fenómeno migratorio de nuestro país. La innovación gubernamental también debe consultar y mejorar las acciones del pasado administrativo.