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400 académicos de 39 países se pronuncian contra la explotación animal

En el marco del Día Mundial de los Animales, más de 450 académicos de 40 países, especializados en filosofía moral y política, han compartido una declaración conjunta en la que desarrollan una serie de argumentos contra la injusticia fundamental de la explotación animal.

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por IQ Redacción
Mediante una declaración conjunta iniciada por el Centro de Investigaciones en Ética de Montreal, más de 450 académicos de 40 países, especializados en filosofía moral y política, proclaman la injusticia fundamental de la explotación animal basándose en el conocimiento colectivo actual en sus campos de especialización.

El documento resultante, denominado "Declaración de Montreal", expresa la condena de estos pensadores a todas las prácticas que implican tratar a los animales como objetos o mercancías. En la medida en que implica violencia y daños innecesarios, declaramos que la explotación animal es injusta y moralmente indefendible.

Los firmantes afirman que los argumentos utilizados para apoyar la explotación de los animales son irrelevantes, especialmente los relativos a las capacidades mentales "inferiores" de los animales: Pero la capacidad de un individuo para componer sinfonías, para realizar cálculos matemáticos avanzados o para proyectarse en un futuro lejano, por muy admirable que sea, no afecta la consideración debida a su interés por sentir placer y no sufrir. Los intereses de los más inteligentes entre nosotros no son más importantes que los intereses equivalentes de los menos inteligentes. Decir lo contrario equivaldría a clasificar a los individuos según facultades que no tienen relevancia moral.

Aunque sus trabajos tienen sus raíces en diversas tradiciones filosóficas, estos estudiosos coinciden en la condena del especismo y en la necesidad de transformar nuestra relación con los demás animales poniendo fin a su explotación. Esta postura, que antes era sostenida por unas pocas personas especialmente sensibles al destino de los animales, es ahora, por primera vez, apoyada por cientos de investigadores que han dedicado su carrera a la reflexión ética. 

A favor del cierre de los mataderos, del fin de la pesca y del desarrollo de una agricultura basada en las plantas, los firmantes admiten con lucidez que, aunque constituya el único horizonte colectivo realista y justo, tal proyecto exigirá renunciar a hábito culturales profundamente enraizados y una gran transformación de algunas de nuestras instituciones.

En 2022, la Declaración de Montreal sobre la explotación de los animales constituye sin duda un paso importante en el reconocimiento -apoyado por los filósofos- de los animales no humanos.

A continuación, la de

Somos investigadores e investigadoras en filosofía moral y política. Nuestro trabajo está arraigado en diferentes tradiciones filosóficas y rara vez estamos todos de acuerdo entre nosotros. Sin embargo, estamos de acuerdo en cuanto a la necesidad de una transformación fundamental de nuestra relación con los otros animales. Condenamos todas las prácticas que implican tratar a los animales como objetos o mercancías.

En la medida en que implica violencia y daños innecesarios, declaramos que la explotación animal es injusta y moralmente indefendible.

En etología y neurobiología, está bien establecido que los mamíferos, las aves, los peces y muchos invertebrados son sintientes, es decir, capaces de sentir placer, dolor y emociones. Estos animales son sujetos conscientes; tienen su propia visión del mundo que los rodea. De ello se deduce que tienen intereses: nuestros comportamientos afectan su bienestar y pueden beneficiarles o perjudicarles. Cuando herimos a un perro o a un cerdo, cuando mantenemos en cautividad a un pollo o a un salmón, cuando matamos a un ternero por su carne o a un visón por su piel, contravenimos gravemente sus intereses más fundamentales.

Sin embargo, todos estos daños podrían evitarse. Por supuesto, es posible abstenerse de llevar cuero, de asistir a corridas de toros y rodeos, o de mostrarles a los niños y niñas leones encerrados en zoológicos. La mayoría de nosotros ya podemos prescindir de los alimentos de origen animal sin que eso afecte nuestra salud: de hecho, el futuro desarrollo de una economía vegana lo hará aún más fácil. Desde un punto de vista político e institucional, es posible dejar de ver a los animales como meros recursos a nuestra disposición.

El hecho de que estos individuos no sean miembros de la especie Homo sapiens es moralmente irrelevante: aunque parece natural pensar que los intereses de los animales son menos importantes que los intereses comparables de los seres humanos, esta intuición especista no resiste a un examen minucioso. En igualdad de condiciones, la simple pertenencia a un grupo biológico (delimitado por la especie, el color de la piel o el sexo) no puede justificar una consideración o un trato desigual.

Hay diferencias entre los seres humanos y los otros animales, al igual que las hay entre los individuos de una misma especie. Es cierto que algunas capacidades cognitivas sofisticadas dan lugar a intereses particulares, que a su vez pueden justificar un tratamiento particular. Pero la capacidad de un individuo para componer sinfonías, para realizar cálculos matemáticos avanzados o para proyectarse en un futuro lejano, por muy admirable que sea, no afecta la consideración debida a su interés por sentir placer y no sufrir. Los intereses de los más inteligentes entre nosotros no son más importantes que los intereses equivalentes de los menos inteligentes. Decir lo contrario equivaldría a clasificar a los individuos según facultades que no tienen relevancia moral. Una tal actitud capacitista sería moralmente indefendible.



Por lo tanto, es difícil escapar a la conclusión de que, dado que perjudica a los animales innecesariamente, la explotación animal es gravemente injusta. Por ello, es fundamental trabajar por su desaparición, especialmente mediante el cierre de los mataderos, la prohibición de la pesca y el desarrollo de la agricultura vegetal. No nos estamos haciendo ilusiones; este proyecto no se conseguirá a corto plazo. En particular, requerirá renunciar a arraigados hábitos especistas y transformar fundamentalmente numerosas instituciones. Sin embargo, el fin de la explotación animal nos parece ser el único horizonte colectivo realista y justo para los no humanos


Nota por:
IQ Redacción

El estilo que nos distingue es riguroso, equilibrado, con un planteamiento accesible y ameno, pero que pretende enfocar siempre a los lectores a una mirada curiosa y crítica que los involucre en los temas de su tiempo.

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