Trump. La economía nacionalista

«México representa la funcionalidad de cubrir los aspectos informales del modelo productivo norteamericano; por ello, los aspectos arancelarios planteados por la futura administración republicana deben entenderse como pretensiones trumpistas para que las empresas norteamericanas regresen, o bien, generen empleos para los estadounidenses».

Columna
Trump. La economía nacionalista
Diego Martín Velázquez Caballero   

El escenario de una confrontación diplomática y comercial entre México y Estados Unidos no debe visualizarse como una opción lógica para el curso de acción geopolítico de nuestro país.

La dependencia económica mexicana es casi absoluta de la estadounidense y, por enésima ocasión, la clase política debería ajustar sus conductas para aprovechar la nueva época del gobierno americano.

México representa la funcionalidad de cubrir los aspectos informales del modelo productivo norteamericano; por ello, los aspectos arancelarios planteados por la futura administración republicana deben entenderse como pretensiones trumpistas para que las empresas norteamericanas regresen, o bien, generen empleos para los estadounidenses.

Samuel Huntington cuestionaba el aspecto nacionalista de varias trasnacionales estadounidenses que habían perdido la lealtad hacia la geopolítica norteamericana, el credo y la sustancia de los Estados Unidos, después de los ataques terroristas a las Torres Gemelas.

El académico pentagonista cuestionaba a la FORD, por ejemplo, de no identificar solidaridad con la población estadounidense, pues se habían ausentado las banderas de barras y estrellas en sus distintos centros de producción, agencias y oficinas globales.

Particularmente, el Profesor de Harvard, aducía que los argumentos globalistas de la FORD para no colocar banderas norteamericanas representaban la muestra de que el neoliberalismo terminaría por afectar Estados Unidos como lo hizo con la Unión Soviética.

Otra vez, el politólogo norteamericano acertó. La plutocracia norteamericana ¿es norteamericana? El proyecto económico MAGA está ajustando las tuercas a la maquinaria oligárquica estadounidense que se marchó a China, India o la Luna; tratando de que vuelvan a Estados Unidos o, al menos, un retorno parcial a México y Latinoamérica.

Los MAGA son tan conscientes de la economía regional como lo especulaba Samuel Huntington en su idea de regeneración yanqui.

Trump no busca subsidiar la geopolítica europea ni la guerra económica con Asia.

La propuesta arancelaria trumpista contra China es ínfima en comparación con México y Canadá. Sus ataques no sólo son en referencia a los socios del TMEC sino también contra las empresas norteamericanas que emplean, desde nuestro país por ejemplo, los insumos chinos para meterlos a Estados Unidos de manera desleal y sostener la competencia económica ilegítima contra su propio país y ciudadanía.

La próxima administración republicana del gobierno norteamericano sólo busca disminuir el déficit fiscal y comercial de Estados Unidos donde México ocupa el lugar de manufactura y mano de obra que le corresponde; empero, depende del gobierno mexicano aprovechar estas condiciones para descubrir nichos de oportunidad y desarrollo.

Las cifras de las remesas de los emigrantes, el nivel de inversión estadounidense y la balanza de pagos del TMEC son estrambóticas y mueven a escándalo para cuestionarse por qué los funcionarios mexicanos no actuaron más rápido que Justin Trudeau.

¿Dónde está la bonanza económica que financiará los procesos legitimadores de la clase política mexicana? Gobierno y oposición en nuestro país tienen la oportunidad de consensar un bloque común para defender el país del trumpismo; sin embargo, en ambos bandos predomina el faccionalismo.

El crecimiento económico de los BRICS es sorprendente; empero, no se desenvuelven en la dinámica occidental liberal y afectan los valores estadounidenses; principalmente la democracia.

Las principales ciudades de Rusia, China o India, por ejemplo, han maravillado a muchos proyectistas de políticas públicas latinoamericanos; sin embargo, se olvida que una parte del costo de la grandilocuente urbanización es el autoritarismo y, a veces, el totalitarismo.

México está destinado, fatalmente, a seguir la fuerza de gravitación de los Estados Unidos; por ello, es importante encontrar la clave de aprovechamiento para usar positivamente la condición y detener el acostumbrado imperialismo.