Una investigación de la BBC de Londres, sacó a la luz, una red de trata de mujeres dirigida por un supuesto ex conductor de autobús londinense, Charles Mwesigwa —también identificado como “Abbey” Mwesigwa— que, según los testimonios de víctimas y colaboradores, operaba en Dubái, Emiratos Árabes Unidos (EAU), organizando fiestas sexuales de lujo con mujeres jóvenes e inmigrantes africanas para clientes adinerados.
Mwesigwa afirma haber trabajado como conductor de autobús en Londres y presentó documentos con ese antecedente; sin embargo, en sus entrevistas con el periodista encubierto de la BBC, habló abiertamente de su capacidad para “proporcionar” mujeres para “una fiesta sexual” por un precio inicial de US\$ 1.000 por chica, y reconoció que muchas de ellas “pueden hacer prácticamente todo lo que sus clientes les pidan”.
El engaño y las promesas falsas
Según el reportaje, muchas de las mujeres reclutadas, en especial jóvenes ugandesas, fueron atraídas con promesas falsas de empleo: trabajos en supermercados, hoteles u otros oficios comunes. Sin embargo, una vez en Dubái, descubrieron que habían sido engañadas y que sus pasaportes les eran arrebatados, o se les imponían deudas elevadas por los “gastos” del viaje, la visa y el alojamiento, lo que las obligaba a “trabajar duro… suplicando a los hombres que vengan a acostarse contigo”. Una de las mujeres entrevistadas, identificada como “Mia” para proteger su identidad, contó que su deuda pasó de 2.000 libras esterlinas (cerca de US $2.700) a más de 27.000 dólares en pocas semanas.
Otra mujer, “Monic Karungi”, viajó desde el oeste de Uganda creyendo que su destino sería un empleo “normal”, pero terminó viviendo en un apartamento con decenas de mujeres que trabajaban para Mwesigwa. Testigos dicen que Monic “no encontró lo que esperaba” y que, cuando intentó regresar a Uganda, el traficante se volvió violento.
Muertes bajo sospecha
La investigación de la BBC relaciona la red de Mwesigwa con la muerte de al menos dos mujeres ugandesas: Monic Karungi y Kayla Birungi, quienes fallecieron tras caer desde rascacielos en Dubái. Aunque oficialmente sus muertes fueron consideradas suicidios, familiares y testigos cuestionan que las autoridades hayan investigado a fondo los casos.
El informe señala que en el caso de Monic, su familia nunca recibió su cuerpo de vuelta; supuestamente fue enterrada en la zona conocida como “El Desconocido” del cementerio de Al Qusais en Dubái, una sección donde suelen descansar migrantes cuyos restos no pudieron ser repatriados. En cuanto a Kayla, la BBC halló que el casero del apartamento en el que vivía estaba vinculado a la red de Mwesigwa, lo cual refuerza la sospecha de que su muerte podría estar relacionada con esta red.
Familiares de ambas mujeres aseguran que, contrariamente a lo que se dijo en los informes oficiales, no hubo señales de alcohol ni drogas en los cuerpos, y que no se realizaron análisis toxicológicos completos ni se investigaron adecuadamente las circunstancias de sus caídas.
Fetiches extremos y explotación sexual
El informe de la BBC revela que algunos de los clientes buscaban actos sexuales degradantes y extremos. Una de las entrevistadas, “Mia”, dijo que un cliente solicitaba defecar sobre las mujeres y que las obligaba a comerse sus heces. Otra mujer, “Lexi”, relató que le ofrecieron sumas de dinero —entre 4.000 y 15.000 dólares— por ser violada en grupo, orinar en su cara y permitir que la grabaran realizando actos con excrementos. Lexi señaló que muchas de estas peticiones estaban ligados a fetichismos racistas y humillantes, y que, en su experiencia, los clientes querían a mujeres negras que lloraran o gritaran durante esos actos. Lexi añadió que cuando intentó buscar ayuda de la policía de Dubái, le dijeron que “los africanos se causan problemas entre sí” y que no querían involucrarse.
La respuesta de Mwesigwa y la falta de intervención oficial
Mwesigwa, cuando fue confrontado con las acusaciones por la BBC, negó dirigir una red de prostitución ilegal. Afirmó que él solo invitaba a mujeres a fiestas de lujo “y punto”, y que las acusaciones en su contra eran “todas falsas”. Sostuvo que Monic “murió con su pasaporte, lo que significa que nadie le exigía dinero por llevársela” y que no la había visto en varias semanas antes de su muerte. También indicó que las autoridades de Dubái habían investigado los incidentes de Monic y Kayla, aunque no presentó pruebas de esas investigaciones. La BBC contactó con la comisaría de Al Barsha para acceder a los expedientes de las muertes de Monic Karungi y Kayla Birungi, pero no obtuvo respuesta ni acceso a informes toxicológicos o detalles de las investigaciones.
Contexto más amplio: trata de personas en Dubái
Este caso no es aislado. Dubái, a pesar de sus estrictas leyes y su imagen de esplendor, ha sido señalado repetidamente como un punto importante de tránsito y explotación para las redes de trata de personas. Migrantes de países como Uganda, Nigeria, Filipinas y Europa del Este han sido atraídas bajo promesas laborales falsas, solo para terminar en situaciones de abuso, coerción y explotación sexual. Las víctimas a menudo reportan que sus pasaportes les son quitados, que se les imponen deudas imposibles de pagar, y que enfrentan amenazas, violencia física y psicológica si intentan escapar o rechazar las condiciones impuestas.
Activistas ugandesas que han trabajado en rescates indican que este fenómeno refleja una tendencia más amplia: muchas jóvenes emigran con la esperanza de un futuro mejor, pero terminan atrapadas en redes criminales que capitalizan su vulnerabilidad y su falta de redes de apoyo en el extranjero. Una de ellas dijo haber ayudado a rescatar a más de 700 mujeres del Golfo que habían sido engañadas con promesas de empleo y terminaban en situaciones de explotación