La solución parece estar frente a nosotrxs: basta con vetar todo producto musical que haga referencias o inserte temáticas referentes al narcotráfico para acabar con esta violencia sistemática que acecha diariamente a la población de nuestro país. Y eso es todo…o a eso queremos aferrarnos.
Miles de personas han llamado a dejar toda composición que incluya al narco en sus letras, más aún si se estas están siendo glorificadas, en medio de la continúa investigación que se le da al caso del Rancho Izaguirre en Jalisco, mismo que ha vuelto ha tambalear nuestra percepción de seguridad en todo rincón del territorio.
Entre toda esta conversación, el aspecto de la representación en la cultura por supuesto también se ve involucrado y evidentemente no podemos excluirlo. La vasta mayoría concuerda que los narcocorridos son una fuente importante de impacto en la escalada del crimen organizado dada su romantización y glorificación.
Vetar, cancelar o al menos llamar a un consumo menor: aquello parece la solución más inmediata. Eso, o queremos tapar el sol con el dedo.
Mecanismo de defensa
Siempre es más seguro recurrir a delimitar el peligro a un tipo de actividad o un territorio en particular. Frecuentemente se formula la oración “le pasó porque …” y se añade la explicación: “porque no sé cuido”, “porque se metió con malas personas”, “porque camino a tal hora”, “porque pasó por ahí”, mucho etcéteras similares. En resumidas cuentas, todo sobre la víctima.
Acaso así nos libramos de pensar que las posibilidades también nos contemplan; acaso consuela establecer el peligro pertenece a un grupo o un territorio en particular o que solo ocurre a aquellos que andaban en “malos pasos”. No está demás decir que está idea se enraiza en el clasismo y la discriminación, y que prefiere ignorar que los indices de crimenes en sitios especificos tienen que ver con la desigualdad.
Claro que los narcocorridos o los corridos tumbados no se escapan de todo esto; escuchar este tipo de música equivale a estar de alguna manera involucradx en actividades delictivas o, al menos, estar propenso a caer ahí. Por ende, o eres parte del problema o te mereces “lo que te pase” por consumir este tipo de contenido.
…estamos mirando muy superficialmente y, por ende, ofreciendo “alternativas” que solo buscan cubrir la problemática.
Nacen o se hacen
Por supuesto no pretendo contradecir: creo firmemente que los productos culturales y artísticos pueden impactar en mayor o menor medida nuestro pensamiento y valores. Porque así como existen algunos ejemplos negativos, hay abundantes situaciones que demuestran el impacto positivo en la participación social y cultural.
En realidad, esta discusión ya se ha tenido antes: cuando se habla de la prohibición de algún videojuego por su excesiva violencia, una pelicula que retrata algún tema tabú , una serie que apela a creencias distintas o una canción con referencias sexuales (agreguen ustedes los muchos ejemplos que seguro conocerán).
Siempre nos quedamos con la crítica más superficial sin analizar demasiado el porqué de aquel producto cultural o las restricciones que seguro ya existen en su acceso. Bien, en el caso de los corridos ocurre lo mismo.
Primero habría que entender que los corridos son consecuencia de su contexto, como cualquier otro producto cultural. Negarlos es negar las vivencias de las personas que viven estas realidades. La crítica y acción no van hacía ahí.
Una vez comprendido esto quizá podríamos ver que efectivamente su contenido puede llegar perpetuar la violencia pero que en el género musical no yace el problema en sí, sino en el entramado de lo demás. Una es consecuencia de la otra.
Adiós narcocorridos ¡adiós crimen!
