junio 2, 2025 3:36 am
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Fallece por cáncer Huesitos, perrito sobreviviente de ataque en Miahuatlán

La noche del 29 de mayo, pese a los intensos cuidados médicos y apoyo emocional brindado por la clínica veterinaria Tehuacán Salvaje y la organización animalista TAC Una Protección al Ambiente A.C., falleció, debido al cáncer, Huesitos, un perrito rescatado tras haber sufrido el ataque de un sujeto que, el 12 de febrero de este año, le arrojó una enorme piedra mientras dormía en una calle del municipio de Miahuatlán, Puebla, lesionado su cráneo, hocico, abdomen y patitas y dejándolo en un peligro de muerte del que logró salir; lamentablemente, no pudo recuperarse de la enfermedad que creció durante sus años de abandono.

Gracias al rápido esfuerzo de TAC, el agresor fue detenido y hoy enfrenta la posibilidad de ser sentenciado hasta a 8 años de prisión por el ataque. Huesitos fue llevado a recibir atención médica y logró recuperar la movilidad tras haber pasado dos meses enyesado y haber recibido terapia. Lamentablemente, mientras trataban sus heridas, descubrieron el rápido crecimiento de un tumor en su mejilla, y comenzó un tratamiento de quimioterapia y cirugía.

El pasado 6 de mayo, esta reportera pudo visitar a Huesitos y constatar como el inteligente y cariñoso canino, recuperó la confianza en los humanos durante los pocos, pero amorosos meses que pasó al lado de sus rescatistas y doctores, quienes estaban preparados para adoptarlo de manera definitiva al terminar su tratamiento.

Desde este medio nos sumamos al dolor por la muerte de Huesitos, quien se convirtió en un emblema de la lucha animalista poblana, en un ejemplo de la capacidad canina para amar pese a sus experiencias de la maldad y la indolencia humana, y que también deja un mensaje para frenar el abandono y el maltrato hacia otros seres vivientes.

A continuación, la despedida integra de TAC a este sobreviviente de la crueldad humana:

“Vuela alto, Huesitos”

Una piedra —lanzada por un sujeto desalmado— partió algo más que un frágil cuerpo.
Le rompieron su tranquilidad. Le arrebataron la paz.
Y por si eso no fuera suficiente, vino después el silencio.
La indiferencia de quienes lo vieron, lo supieron… y aun así decidieron no intervenir.
Una omisión que hoy, por ley, se reconoce como crueldad animal agravada —más aún cuando proviene de funcionarios públicos en el estado de Puebla.

Su nombre: Huesitos.
No estaba solo.
Fue rescatado de ese abandono por Patt, quien, sin dudarlo, le abrió el corazón y lo trasladó a la mejor clínica de toda la región.

Y entonces ocurrió lo inesperado:
gente de todas partes —sin conocerse entre sí—
tejió un abrazo colectivo.
Un puente de cuidado sobre el abismo.

Y él —herido, frágil, pequeño— decidió caminar.

No con rabia.
No con odio.
Sino con esa dignidad que solo quienes han conocido la injusticia de cerca
logran sostener sin temblar.

Podría haberse cerrado la historia ahí.
Y ya habría sido suficiente.
Pero no fue así.

Su cuerpo, agotado de tantas batallas, se enfermó.
Dicen que el dolor no siempre grita: a veces germina.
Y el cáncer llegó,
no como castigo, sino como consecuencia.
Como el eco brutal de un mundo que no supo cuidarlo a tiempo.

Volvió a luchar.
Esta vez con el rostro más serio,
con la mirada de quien ya ha vivido demasiado para su tamaño.

Y aun así, nos enseñó lo que nadie más pudo:
que la compasión existe,
que el amor también se construye desde lejos,
y que hay manos que llegan tarde, pero llegan completas.

Hoy no queda rencor.
Solo una presencia ausente que ocupa todo.
Un nombre que arde en la garganta —no solo en la nuestra,
sino en la de todas las personas que lo acompañaron desde la distancia,
enviándole fuerza, esperanza, vida.

Y si algo lo sostuvo,
no fue un tratamiento.
Fue ese coro inmenso que le dijo: no estás solo.

Hoy Huesitos está en el cielo.
Un cielo que —creemos— existe para los seres inocentes.
Y desde ahí se ha vuelto algo más que un recuerdo:
es ahora una insignia viva de lucha,
no solo por él,
sino por todos los peludos que sufren en silencio la crueldad humana.
Por todos esos Huesitos que aún respiran miedo,
y que merecen, al menos una vez,
ser defendidos por nosotros.

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Agradecemos a toda la comunidad TAC por su apoyo,
a Tehuacán Salvaje por brindarle los mejores cuidados hasta el último momento,
y a todas y cada una de las personas que lo acompañaron con su preocupación,
su energía y sus oraciones.

Huesitos vino a dejarnos una lección: la unión es posible.
Él se fue sabiendo que el amor existe.
Y lo recibió todo: cuidados, ternura, compañía.

Hoy Huesitos nos pide —desde donde esté—
que nos mantengamos unidos,
que sigamos luchando por su justicia,
y por la de todos los Huesitos de México.

Nuestro corazón está roto… pero más fuerte que nunca.
Porque ahora también es su corazón el que nos acompaña a luchar.

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