agosto 16, 2025 6:50 pm
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Estocada al orgullo torturador: suspensión tira aniversario de Plaza México

La segunda suspensión de las corridas aún no es definitiva, pero sí es un colosal golpe a la tauromaquia: uno de sus ídolos, Pablo Hermoso, se despediría en el 78 aniversario de la Plaza México, la más concurrida en el mundo, pero las contradicciones júridicas de mantener esta industría de muerte y el masivo repudio a la «cultura» de la tortura, ya tiraron esa jornada.

Las culturas son evolutivas y las transformaciones sociales son procesos complejos que siempre encuentran resistencia de los beneficiarios de los viejos regímenes, pero cuando tienen dimensiones y sustento tan firme como el de la oposición a la tauromaquia que lleva años robusteciendo sus estrategias legales, su discurso público y sus métodos de lucha, los poderes no pueden caminar ignorando sus demandas de cambio, como lo prueba el vertiginoso vaiven que están dando las Cortes en México en torno a la prohibición de las corridas en la plaza más grande del país y la más concurrida del planeta.

Tres días duró el retorno de la actividad en la Plaza México, las redes y los medios son un hervidero de debates, y la segunda suspención en la capital mexicana llegó justo a tiempo para bloquear el 78 aniversario de esta arena y la despedida del rajoneador más importante a nivel global, Pedro Hermoso de Mendoza, quien en estos momentos no está en posición de persecutor de toros sino de persecutor de una plaza en la que los argumentos legales antitaurinos no hayan bajado su telón, pues también en Guadalajara la suspensiones temporales le impidieron ejecutar toros para su gira de despedida de este oficio.

El próximo miércoles 7 de febrero se pondrá a discusión la segunda suspensión que hoy concedió Sandra de Jesús Zúñiga, jueza quinta de Distrito en Materia Administrativa, en respuesta al amparo 152/2023 presentado por la Asociación Todas y Todos por Amor a los Toros. Es posible que la suspensión se torne definitiva o que haya un reves para los animalistas y los taurinos vuelvan a salirse con la suya; pero lo que en este momento ya es un hecho incontrovertible, es que los taurinos ya no caminan con su manga ancha rellena de victorias automáticas; los asediados ya no son sólo los toros, sino también esta industria arcaica que sólo se soporta a sí misma porque sus asiduos son los ricos entre ricos que heredaron fortunas y costumbres criadas entre este mundo sustentado en la lógica del abuso del otro como derecho natural de su casta.

Lo que está pasando en México es efecto del innegable hecho de que la conciencia de las mayorías en el mundo se está direccionando de manera constante y fuerte hacia el mensaje de respeto por la sensibilidad y los derechos animales, así como por la deconstrucción de los discursos colonialistas, patriarcalistas, antropocentristas y del poder avasallador basado en la sola fuerza.

Los mismos filosófos de la tauromaquia, como Francis Wolff, saben que las justificaciones culturales con las que se defienden serán derrotadas por las metas éticas de las sociedades actuales, aunque él lo dice con nostalgia por su particular discurso de arte, vida y muerte; mientras que los defensores de la construcción de nuevas humanidades y de la animalidad redimensionada, ven esto como el emerger triunfal de una esperanza para esta tierra en crisis que necesita cambiar sus relaciones con la naturaleza, el poder y las otredades.

Claro que las campanas para los toros no pueden ser echadas al vuelo a la ligera; la hiel del fracaso temporal aún es una posibilidad alta porque los gigantes tenebrosos que desde el poder económico mantienen a flote a la tauromaquia son de armas tomar. Los cabilderos que se tiran al suelo clamando «prohibido prohibir», «libertad», «extinguirán una raza» y «respeto a la identidad cultural», son hombres como el magnate icono del aspiracionismo Ricardo Salinas Pliego; Pedro Haces, el llamado «Don Bull», quien fue senador de Morena y es secretario general de la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México; Germán Larrea Mota Velasco, segunda persona más rica en el país, dueño del conglomerado Grupo México e impulsor de proyectos de muerte como las mineras; y Jorge Hank Rhon, priista traficante de animales y privatizador del agua que parece encarnación de Cruella De Vil y jamás ha sido encarcelado pese a ostentar sus abrigos de criaturas en extinción.

Son enormes las carteras de quienes jamás han levantado un dedo por los pueblos cuya cultura es aplastada por sus ambiciones, pero que aman disfrazar de valores positivos a esta «cultura» del abuso, el privilegio y la tortura. Pero en la otra cara de la luna que circunda este drama por los toros, está el enorme poder de la empatía asumida como responsabilidad de transformar las cosas; están las decenas de amparos que las organizaciones animalistas de cada estado de la República arman uno tras otro; están los esfuerzos diarios por cambiar los límites culturales y llevarlos hacia la compasión.

Muchos poderosos en México son taurinos, pero la nación ya no es su uniforme vasalla, y la mirada libre de dolor de los humildes toros es capaz de convocar más voluntades que el vano sueño de emular a los conquistadores. 

La anacronía pende como guillotina sobre la tauromaquia. La sensibilidad del mundo ya no está impavida ante el brotar de sangre que sólo acaricia egos. La tortura como principio pierde más y más potencia. La tauromaquia va a caer.

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