Cocktails & Dreams: a Bartender Fairy Tail (Parte I)

Cocktail (1988), una reflexión del Trabajo y el Sueño del Bartender

En la película palomera de 1988 titulada “Cocktail”, aparece la frase “Cocktails & Dreams”, que representa el sueño de un joven bartender enamoradizo, Brian Flanagan, interpretado por Tom Cruise.

La primera escena lo muestra en un viejo auto junto con sus amigos del ejército, quienes lo conducen hacia el autobús con destino a sus sueños: la gran ciudad de Nueva York. Allí, Flanagan espera aprender más sobre los bares, la coctelería y la posibilidad de ingresar a la universidad.

El Desafío de Conseguir Trabajo

Nuestro personaje busca por todos los medios posibles ingresar al mercado laboral: como corredor de bolsa, cajero en un banco, auxiliar contable. Sin embargo, en cada ocasión es rechazado por no contar con un título universitario. Finalmente, encuentra un bar a punto de cerrar y, con pasos arrastrados, pide trabajo. Su experiencia previa se limita a servir shots de whisky y cerveza en la cantina de su tío Pat en Queens.

Pat representa una filosofía de vida encapsulada en el mundo fabril de Nueva York a principios del siglo XX: el trabajo duro, la identidad como trabajador y jefe de familia. Estos principios definen su charla con su sobrino.

El tío Pat le da la bienvenida al llegar a la taberna, bromea con su sobrino y celebra que haya regresado de la guerra. Flanagan se coloca tras la barra, sirve una cerveza a su tío y una a sí mismo, e inicia una conversación formal.

Pat: Bueno, ¿y qué harás? 

Flanagan: ¡Mi primer millón! 

Pat: Entre tanto, le diré a McDougal que te dé un empleo. 

Flanagan: ¡Ni se te ocurra! 

Pat: Fue bueno para tu padre. 

Flanagan: Y para su artritis [se burla].

Reflexiones Personales y Realidades del Empleo

“Sin esa historia de miseria y de fiesta no estaríamos diciendo lo que somos”. (Conversación con mi amigo Yorch, 03/09/2024)

Piperrak. (1991). “Kualkier Día” [Canción]. En “Arde Ribera”. Discos Suicidas. “Cualquier día”.

En tu bolsillo 

        Hay que joder 

Te queda lo justo 

                         Para comer 

Pasado el rato 

                                Decides gastar 

Lo poco que tienes 

                                             Para privar 

Compras unos porros (culeros) 

                                                                Bebes clarete 

Te pones borracho 

                                 Te ríes de la gente.

Renuncié hace un par de semanas a mi empleo como bartender. La desesperación económica ahora se hace latente en mi vida diaria. No tener dinero para pagar la renta, para comer bien, y lo tambaleante de mi relación amorosa, todo se vuelve tan palpable y material que duele.

Imprimo mi CV, acudo a viejos conocidos, a nuevos bares, busco en bolsas de trabajo, esperando que mis conocimientos especializados en antropología tengan cabida en el mercado. Nada resuelvo…

Fui unos días a casa de mi chica, con un celular prestado, una mochila de repartidor prestada y una moto prestada. Intento conseguir algún dinero repartiendo desde la app de Uber Eats. En Puebla, cae una tormenta; manejo bajo la lluvia con un impermeable, mis tenis tienen su propia laguna; las llantas de la moto se patinan a ratos, los autos se me avientan, las propinas no llegan. Hago entregas de Puebla a San Andrés Cholula, son cuarenta pesos por el reparto, “ni lo de la gas” pienso para mí.

De vuelta en el garage de la torre en la que vive mi chica, se me acerca un vecino y me inquiere:

Vecino: ¿Todo bien? 

Yo: Sí, ¿por? 

Vecino: ¿Por qué entregas hasta acá? ¡Tu lugar está afuera! 

Yo: Vine a ver a mi novia. 

Vecino: Aaaaaah, es que como te vi con la mochila [hace una mueca de disgusto, su mirada me barre de arriba hacia abajo], pensé… 

Yo: Ya, vengo al 301.

En esta breve conversación, me doy cuenta de “mi lugar”. No soy bienvenido. Una motocicleta de baja cilindrada empapada no tiene cabida en un estacionamiento lleno de Mercedes y camionetas del año. No pertenezco a ese sitio, no me veo como los vecinos y claramente no soy uno de ellos.

Ese día se descompone mi celular, adiós al reparto, mi única entrada. Regreso con el tanque de gasolina lleno y sin un peso en la bolsa. Vuelvo por la libre, paso los riscos mojados de regreso a la CDMX, a la casa de mi tía, en donde tampoco tengo cabida. Ya no importa si entré a la maestría o no. No importa que “sepa cosas”. No importa que haga las actividades domésticas que me corresponden o no. No importa cómo me sienta al respecto. “Un perdedor” me digo a mí mismo: un hombre de treinta y dos años, sin casa, sin trabajo, soltero, viviendo en casa de mi tía, que se apiadó de mí cuando regresé con las manos vacías desde Cancún en una moto, cobrando una renta barata por un cuarto.

Debo la renta de este mes, no funciono como proveedor. Se enquista en mi persona el estigma del desempleado. Finalmente, “es mejor tener un trabajo de mierda que no tenerlo del todo”.

Vuelvo a buscar trabajo en los bares, en las bolsas de trabajo…

Aprendizaje y Desilusión en Nueva York

Es en Nueva York donde el mentor y jefe de Flanagan, Doug Coughlin, interpretado por Bryan Brown, le muestra todo lo que sabe: a beber, a preparar cócteles, a enamorar chicas y a sacar mejores propinas a partir de cómo se presenta frente a los clientes. Flanagan aprende a hacer movimientos acrobáticos con botellas, a sonreír y a disciplinar su cuerpo para ser ágil y mostrarse profesional y coqueto.

En algún momento, Doug le propone a Flanagan convertirse en su socio. El joven bartender se llena de lecturas de superación personal, como el Quijote se embriagaba de novelas caballerescas. Uno de sus libros tiene el título “How to Turn Your Ideas into a Million Dollars”, nada más alejado de la realidad.

Se inscribe en la universidad para estudiar negocios y, a pesar de sus intentos por dominar su propio cuerpo y cumplir con sus deberes académicos tras la jornada de trabajo, el cansancio y las resacas provocadas por la bebida y el trabajo con Doug le hacen enfrentar el inaplazable llamado al sueño.

En un punto, aparece Flanagan sentado en su pupitre tratando de tomar la clase normalmente; el cansancio se hace presente y termina cabeceando en clase. Es reprendido por su profesor universitario, y sus compañeros se burlan de él mientras presenta un proyecto sobre cómo hacer una cadena de bares, tomando como ejemplo el ambiente y la familiaridad de los bares locales. Ahí surge la idea: “Cocktails & Dreams”.

“Cocktails & Dreams” sería el nombre del proyecto del nuevo bar que Flanagan pondría junto a Doug y una periodista de la que se enamora, pero que termina enredada con Doug, separándose para que cada uno luchara por su cuenta en el rubro, sin mayor suerte.

Flanagan se va a Jamaica para abrir su local. Allí comienza otra historia. Por ahora, me quedo con la idea del joven idealista que desayuna cerveza, come trabajo y sueña con una historia de éxito al más puro estilo del héroe Yanqui, capaz de todo, contra todo, pero con más tropiezos materiales de los que la trama oculta, quedando en un segundo plano.

Reflexiones sobre el Trabajo del Bartender

En algún momento, Doug le dice a Flanagan: “The bartender is the aristocrat in the working class; you can do all kinds of moves if you smile”.

Es curioso, al menos, que se plantee el trabajo de un bartender como “aristocrático”. El trabajo en servicios ha sido analizado desde los años ochenta por la sociología del trabajo (Hoschild, 1987; Arango y Molinier, 2011), destacándose principalmente la necesidad de estandarizar, modificar o suspender las emociones como parte del servicio prestado en las interacciones cara a cara con el cliente.

No se trata solo del trabajo físico y mental ejercido por un obrero, sino de una puesta en escena para valorizar a las organizaciones empresariales, particularmente en el área de servicios, que se expande globalmente desde esa misma década.

Hay una línea delgada entre el trabajo emocional y el trabajo estético y sexualizado, como lo expresan Warhust y Nickson (2009), donde los empleados son evaluados no solo por su “saber hacer”, sino por su apariencia física y el potencial económico que esto representa para sus empleadores.

Se espera no solo que los trabajadores se vean bien, que muestren una sonrisa o una interacción adecuada, sino incluso que su comportamiento esté mediado por una interacción sexualizada, que el cuerpo cumpla con los cánones occidentales del “good looking” o, al menos, que se presenten bajo una “excelente presentación”, como se refleja en numerosas vacantes para meseros, bartenders, hostess y demás trabajos en el sector de servicios.

Conclusión: La Realidad Detrás del Sueño

Tanto en la película como en la vida real, el trabajo detrás de la barra es una mezcla compleja de habilidades, emociones y desafíos. Mientras Flanagan sueña con su propio “Cocktails & Dreams”, el trabajo del bartender se convierte en una realidad tangible llena de contrastes y demandas que, aunque envueltas en glamour, revelan una profunda y, muchas veces, dolorosa verdad: el sueño puede ser tan efímero como un cóctel bien servido, y el esfuerzo, aunque en apariencia brillante, puede estar lleno de sacrificios ocultos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *