La eterna hipocresía, la eterna agresión

Franco Escamilla siempre ha sido un personaje controversial, por no decir problemático y difusor de discursos de odio. Él, como muchos otros comediantes, se han escudado en el llamado «humor negro» para continuar disfrazando agresiones contra mujeres y minorías o grupos vulnerables. El clásico es un chiste, no aguantan nada. Nada de esto es no novedad y aún así su plataforma no decae. Tampoco sorprende.

Pero ¿qué pasa cuando estos discursos le son devueltos? 

Hoy Franco Escamilla domina las redes por una serie de ataques gordofobicos contra él y su hija. Un centenar de internautas se movieron para agredir a la hija del comediante, una vez más, bajo la manta del humor negro. El karma ha llegado, se insinúa. ¿por qué limitarse cuando Escamilla nunca frenó las violencia de su humor?

Aunque podría ser un momento de reflexión y concientización, como muchos pleitos en redes sociales, se torna en una suerte de venganza que, a su vez, lleva a la réplica de todo lo que se ha denunciado y se denuncia. No parece que haya una verdadera intención de denuncia en este caso. 

Los señalamientos que debían ser exclusivos a Escamilla son todos vertidos contra la hija. Ni modo, ella pagará los platos, dicen algunos nada o poco arrepentidos y listos para continuar una lista de despectivos. 

Más claro no podría ser que al final las mujeres, diversidades y minorías siguen siendo las agredidas. Que la revictimización no termina. No hay lugar para una verdadera justicia o verdadero «karma». 

Alguna vez el comediantes denunció agresiones contra sus hijos: «Empezaron a insultar a mis hijos diciendo que era humor negro». Dijo indignado, ofendido. Porque el humor negro deja de ser humor negro cuando recae en ti. 

Aunque todo asimila un eterno círculo de agresiones, maquillados de humor o de karma, sería oportuno cuestionar qué implica el humor negro que se ha vuelto herramienta de consumo de contenido. Ya lo vimos con Adrián Marcelo que tanto perduró en uno de los programas más vistos en nuestro país, pese a sus constantes ataques misóginos. 

Ese «humor negro» (que es en realidad acoso) no dejará de vender hasta que se deje de solapar y consumir. 

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