julio 4, 2025 8:38 pm
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Dejemos circular la cultura y el entretenimiento

La piratería es clave en el acceso a la cultura…y lo seguiré repitiendo.

Contrario a lo que aún se dice y se ve en nuestro consumo, la “piratería” es uno de los recursos más fuertes de su circulación.  Y con ello no busco romantizarla, pero si comprender su papel en la democratización de la información.

Y la razón es sencilla: la cultura y el arte están restringidos para los sectores explotados y marginalizados, con sus elevados precios y formas inaccesibles en sitios incompresibles. Por supuesto que la renta, una comida o el pago de la luz serán prioritarios frente a la compra de un disco o una película y las alternativas de consumo de cultura van a ser esas que no son oficiales. 

Aún en conciencia de esto, el clasismo suele imperar

Hace unos días una autora de manhwa estallaba en indignación: “¿Es justificable robar el trabajo de los artistas solo porque eres pobre? Estoy cansada de la excusa de la pobreza”. La misma autora, recordaban sus lectores, que había incluido personajes en situaciones de precariedad, condenando “la pobreza” de sus consumidores. 

La situación no terminó ahí: “Personas que hacen traducciones ilegales (…) por favor desaparezcan del mundo” continuó,  en un enfrentamiento con sus propios lectores que ya ha durado días y ha generado mucho resentimiento entre los detractores del acceso a la lectura vía otras plataformas. 

En una sintonía similar, Fernanda Melchor se expresaba molesta por la circulación de sus obras literarias en formato pdf hace ya varios años: “Si quieren verse generosos, regalen las nalg…, cu…, no mis libros en pdf!”, decía. La diferencia con Fernanda Melchor, fue que no tardó demasiado en ironizar la situación y escribir con sarcasmo que “Bueno, ya basta de chorcha y empecemos a chambear en la nueva novela, que esos PDFs piratas no se van a generar solos”

Lo que autorxs como Euja –quien ya en sí misma es cuestionable por la romantización de violencia sexual– hacen es, no solo ignorar la precarización y la desigualdad con un impetuoso clasismo, sino aspectos clave de la circulación del arte y la cultura que incluyen las alternativas diversas de tener acceso a ese material.  

Sin alejarnos demasiado (porque el propio ejercicio de traducción gratuito es otro tema vasto) lo que sus lectores “no oficiales” hacen es que la circulación de la obra tenga una cobertura más amplia. En muchos escenarios está, de hecho, se genera por el abundante interés en la plataformas externas que posteriormente llevan a la compra en sitios oficiales

Claro que externar la molestia porque, finalmente, los creadores se enfrentan también a la precariedad, es completamente válido. Como lo dijo Melchor en su momento, todos hemos accedido a un pdf. A una descarga de mp3 en nuestro reproductor o una película que aún no está disponible. Por supuesto tenía razón al señalar la comercialización ilegal de trabajo; no condenaba su distribución entre lectores curiosos sino su lucro como único propósito.

“No lincho a nadie, amiga. ¿Quién no ha leído un libro pirateado cuando no ha podido conseguirlo? Sólo estaba muy enojada anoche con la gente que lucra con mi chamba. Soy una persona, con sentimientos, no un nombre en un catálogo», dijo en su momento, en medio de la pandemia cuando muchos buscaban refugio en los productos culturales y de entretenimiento. 

La culpa no es de los artistas (en su mayoría) ni de los consumidores, sino de los monopolios editoriales, grandes productoras y, en la generalidad, de empresas que alejan a los consumidores con más creación de cuentas, paquetes, pagos por capítulo, por segundo, por palabra. 

Alguien dirá, entonces, “el arte y la cultura no son primera necesidad, son un privilegio”, sin plantearse que nuestra existencia misma está ligada, en diversos momentos, a nuestra cercanía con la cultura y el arte. No serán nuestro alimento pero sí nuestro derecho, nuestro sustento personal, recreativo y hasta emocional. Y, aunque se tratara de mero “entretenimiento”, no tendría que ser un privilegio disponible solo para los pocos con los recursos suficientes.  

Mientras más plataformas se originan y, una mensualidad tras otra se acumulan en las cuentas bancarias, me es inevitable volver a pensar precisamente en las palabras de Melchor o el mensaje de Ale Sergi (Miranda). En algún momento todxs lo hemos hecho; como infancias, estudiantes o trabajadorxs sin recursos propios o salarios carentes. En otras circunstancias también, quizá, se nos ha permitido comprar ese disco, esa película o ese libro que tanto hemos ansiado después de motivarnos por el acceso alternativo. 

Otro tema también es el acceso no oficial a los artistas o creativxs, ligados a grandes empresas, que no se ven afectados de la misma manera que pequeños artistas, emergentes o con poca visibilidad. Otro más la instrumentalización de las formas alternativas como vehiculos políticos y de pronunciamiento, pero de eso, necesitaremos hablar después. 

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