Un día de 2017, siete músicos saludaban a un público eufórico dentro de la Arena México. Un “Hola” y unas cuantas palabras más en español bastaron para extender el recuerdo que duraría por casi una década, pues entre eventos catastróficos y políticas estrictas que cumplir, BTS no ha logrado regresar a México. Al menos no como grupo.
Quizá vetadas de toda esperanza pero sin dejar de lado el cariño, creíamos que los vídeos y repeticiones de su visita podrían durar unos años más (o incluso quedarnos varadas por siempre en nuestras pantallas), pero un día de enero llegó el anuncio más ansiado que, de hecho, ya se rumoraba a finales de 2024: uno de los integrantes de BTS, regresaría, y sería al Palacio de los Deportes (un lugar que, por cierto, le queda pequeño).

22 y 23 de marzo fueron las fechas designadas para el espectáculo que marcaría su regreso. J-Hope, el danzante, rapero y compositor, había concluído el servicio militar obligatorio en Corea del Sur y sus actividades parecían apuntar hacía una posible visita. Los pronósticos acertaron, al final.
Claro que Army, una de las comunidades de fans más grandes de actualidad y con impacto incomparable, se prepararía en cada aspecto para dar un recibimiento acorde a la situación. Años acumulados debían desquitarse.
Además de la usual convivencia que ocurre en conciertos, habrían banners, bailes, mariachis y freebies (una tradición de obsequiar pequeños recuerdos sin fines de lucro). Era un conocimiento colectivo que la organización ocurriría. La cuestión era cómo ocurriría.
El sábado 22 de marzo fue mi turno y atestigué lo incomparable.
Después de hacer maromas para completar mis propios preparativos para el concierto, llegamos a México poco después del medio día. Un amigo, army veterano desde 2014, me acompañaba tras una batalla virtual para obtener boletos. Aún en presencia de la multitud y viendo el icónico techo del Palacio de los Deportes, aún sabiendo que a las 6 de la tarde ingresaríamos, guardabamos incredulidad.
El escepticismo quizá acompañó a la mayoría, que no pudo vetar la duda o la desconfianza ante un posible problema con la entrada, sino hasta entrar por los escalones del recinto, cruzando el área de comidas y caminando hasta ver las grandes pantallas iluminando el letrero “Hope on the Stage”, una gira que consideró a un solo país en Latinoamérica.
Pero antes de desprendernos de la incertidumbre, nos hallamos parados en medio de una multitud a la que no era de subestimarse. Como prometía la anticipación, los alrededores del Palacio se cubrían de carteles, convivencia y música.
Por un lado ocurrían los bailes esporádicos con RUN BTS y Idol de fondo, mientras en el otro personas vestidas de ardillas o con flores amarillas reían y compartían. Entre manos y bolsas brillaban llaveros y estampas, algunos dulces y más objetos elaborados artesanalmente para regalar, sin nada cambio, de army para army.
A estas alturas, después de conocer el trabajo cultural y social y la organización de este ejército morado por algunos años, quizá debería dar por hecho la escala de sus acciones. Pero la ternura y el ánimo, no pueden dejar de conmover y mover a la gente y ser parte de esos momentos de intercambio, es aún más emocional.
Aunque el clima presentó un pequeño reto cambiando de sol a lluvia y lluvia a sol, la mayoría permaneció transitando desde las puertas 6, 7 y 8, a la espera de la entrada o incluso únicamente por la convivencia que ocurría. Ya lo habían manifestado muchas antes: «aunque no consiga boleto, ahí estaré«. Es este ánimo y compromiso -que no existiría de no ser por la reciprocidad de los músicos hacia army y viceversa- el que habría hecho que los papeles en el concierto se invirtieran.
De antemano, había un peso que recaía encima de army México, teniendo la fama de los públicos eufóricos y a sabiendas de que un par de canciones solo podían ser coreadas, con el estruendo que merecía, por un público hispanohablante. Muchas ingresaron con aquel compromiso silencioso.
En el recinto, pasadas las 6 de la tarde, esa expectativa se respiraba pero cuando las luces se apagaron y las army bomb se iluminaron rojas, ese compromiso dejó de verse como una responsabilidad y ocurrió como suele suceder con army: de manera natural y orgánica. Antes de que la primera canción comenzará, ya habían transcurrido casi dos horas de vitoreos y gritos; el nombre J Hope repitiendose numerosas veces y muchas olas de luces yendo y viniendo.
Para cuando What if, la canción de apertura, iniciaba, el calentamiento había terminado. Sin pausas los gritos envolvieron el recinto; un aproximado de 20 mil personas se quedaría afónica y muchas más tardarían unas horas en volver a escuchar bien después de corear, letra por letra un setlist compuesto por los álbumes, Jack in the box y Hope on the Street, el mixtape Hope World, canciones de BTS y un par más de colaboraciones.
Sin saber coreano o tener una idea limitada de su gramática y pronunciación, la brecha del idioma se saltó con facilidad.
La voz del artista sobre el escenario se hacía queda frente a los gritos de la armada morada. Sin notarlo, los roles se invertían progresivamente. Los momentos en que tuve la impresión de no escuchar a la persona en el escenario no eran una ilusión de la emoción sino la energía de 7 años acumulada.
Con la llegada de Chicken Noodle Soup -una colaboración del rapero con la cantante de ascendencia mexicana Becky G-, J Hope se retiró su equipo de auriculares para contemplar a las miles de cantantes frente a él. Una sonrisa satisfactoria se reflejo en las pantallas. Alguien terminó diciendo, “army hizo un concierto e invitó a JHope”.
El rapero no podía dejar de lado el reconocimiento. Antes del repertorio final rememoró también un día de 2017: “No es broma, siento que este concierto lo hicieron ustedes, en realidad…y si no me equivoco ¿han sido siete años? En estos momentos puedo sentir qué tan largos fueron estos siete años”.
Un solo miembro llegó a hacer retumbar los suelos del Palacio. La pregunta sobrevuela: Si esto ocurrió con uno solo ¿Como podría ser con los 7 juntos? Una idea se tuvo cuando los nombres de 7 integrantes se corearon con fuerza durante la icónica Mic Drop: Kim Namjoon, Kim Seokjin, Min Yoongi, Jung Hoseok, Park Jimin, Kim Taehyung y Jeon Jungkook.
Por lo mientras, army se queda con una promesa; «volveré» que fue reiterado en más de una ocasión por el rapero y danzante, el sol de Corea y la esperanza de muchos, J Hope.