febrero 11, 2025 3:23 pm
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Hacer de la ciencia, periodismo cotidiano

Comunicar, difundir y divulgar ciencia no es lo mismo, aunque a menudo se utilizan tales conceptos como sinónimos.

Comunicar ciencia implica un proceso más amplio, donde se intercambian conocimientos entre expertos y audiencias diversas. Difundir ciencia es una estrategia orientada a dar visibilidad a descubrimientos y avances, generalmente con un enfoque informativo. Divulgar ciencia, en cambio, busca hacer conceptos complejos accesibles al público en general, utilizando un lenguaje comprensible sin sacrificar el rigor que fundamenta el quehacer del periodista.

Este proceso comunicativo está ligado a dos perspectivas teóricas fundamentales: “de la persuasión” y “la aguja hipodérmica”, donde la primera enfatiza la necesidad de argumentar con datos verificables para influir en la audiencia sin manipularla y la segunda, en contraste, parte de la idea de que los mensajes transmitidos por los medios impactan de manera directa y casi automática en los receptores.

La idea de dar a conocer la ciencia hoy converge en un mismo objetivo: hacer accesible el conocimiento científico a la sociedad.

Paul Watzlawick (teórico, filósofo y psicólogo austríaco; autor de la teoría de la comunicación humana y del constructivismo radical), con sus cinco axiomas de la comunicación, estableció principios fundamentales para entender cómo fluye la información. Uno de ellos, el de la imposibilidad de no comunicar, nos recuerda que toda interacción humana genera un mensaje, incluso el silencio.

En el periodismo científico, esto implica una gran responsabilidad, pues cada palabra, cada omisión y cada dato mal interpretado pueden distorsionar la percepción pública sobre temas fundamentales como la salud, el medio ambiente o la tecnología.

Y es aquí donde el método científico y el periodismo científico deben observar respeto y colaboración.

El primero es un proceso sistemático de observación, experimentación y análisis que busca verdades verificables. El segundo, aunque no replica este rigor experimental, sí debe seguir un meticuloso proceso de investigación, comprobación y contraste de fuentes para asegurar la fidelidad de la información.

La labor del periodista no es hacer ciencia, sino transmitirla con precisión y responsabilidad, pero (para no variar), el problema surge cuando el afán de inmediatez y la falta de formación especializada dan paso a periodistas improvisados que, en su intento por comunicar ciencia, terminan tergiversando sus hallazgos o confundiendo especulación con evidencia.

Y es que no basta con repetir términos científicos o amplificar hallazgos sin contexto; el periodismo científico requiere contrastar versiones, responder a las seis preguntas fundamentales del periodismo (qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué), para presentar información de manera clara pero rigurosa.

Hoy las nuevas tecnologías de la información han transformado la manera en que consumimos contenido, haciendo que tanto científicos como periodistas deban confiar en herramientas como los podcast sonoros y los videocasts o vodcasts; formatos que dominan las principales plataformas digitales y con gran capacidad para narrar historias en pocos minutos, características que los convierte en una vía ideal para la divulgación científica.

Tampoco basta con publicar en revistas académicas de acceso limitado, ni con escribir en medios tradicionales; la tendencia actual exige inmediatez, formatos breves y accesibles, sin perder de vista el compromiso con la verdad y la precisión.

El desafío entre la ciencia y el periodismo está básicamente en aprender a convivir con respeto y colaboración, cada uno desde su ámbito de competencia, pero con el mismo objetivo de informar con veracidad.

Porque detrás de todo lo que nos rodea, siempre hay ciencia, y detrás de toda buena ciencia, debe haber un periodismo que la explique con claridad y por qué no, a través de historias cotidianas narradas a través de la palabra escrita, la expresión oral y el lenguaje sonoro.

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