Las mujeres que sí existen para el mercado y la cultura visual a la que estamos sometidas

Actualmente, la lucha feminista tiene como una de sus principales consignas emancipar a las mujeres de los estándares de belleza impuestos por el patriarcado y que el modelo capitalista réplica en la comercialización de productos dirigidos al sector femenino. 

Etiquetar a las mujeres por su aspecto físico es uno de los principales mecanismos de opresión sobre nuestra individualidad y la forma en cómo nos desarrollamos en la sociedad, coexistimos con otras mujeres y nos valoramos personalmente. 

La representación pictórica de la mujer, desde la antigüedad, demuestra que este patrón de sexualización ha trascendido durante siglos mostrándola como un objeto. Hoy día, esos prototipos siguen siendo utilizados por las industrias de la publicidad, el cine, la música y el entretenimiento.

“La obra de arte es un producto de la mente que, culturalmente cristalizada daba lugar a la forma”.

Erwin Panofsky.

Hoy por hoy, la visibilización del uso inconmensurable de la figura femenina como el medio definitivo para cualquier tipo de comercialización, ha demostrado el condicionamiento al que las mujeres estamos ceñidas mediante prototipos de belleza limitados e inflexibles, fuera de la realidad. Aunado a esto, nos enfrentamos al cumplimiento de normas socioculturales que nos indican, desde la perspectiva masculina, cómo es el comportamiento correcto de una “buena mujer”, que en realidad es la forma de sometimiento más antigua. 

Las características socioculturales que determinan las conductas adecuadas de las mujeres, son reproducidas sutilmente por medios de comunicación que sugieren en sus textos y titulares cómo debemos ser para tener una reputación valorable ante los estándares que la sociedad patriarcal exige de nosotras.

En pleno siglo XXI, sigan existiendo artículos en revistas que te “demuestran” que “ser una dama” significa vestirse con ropa que cubra la mayor parte de tu cuerpo. Así es el caso de muchos blogs o revistas en línea, como Soy Carmín, que publicó una nota que llamó mi atención, principalmente, por su titular “Ángela Aguilar con cuello de tortuga: opaca a su hermana de rojo y con escote”, refiriéndose a las hijas del cantautor Pepe Aguilar, señalando que la forma de vestir define que una mujer tenga más valor que otra, además de promover la rivalidad y comparación.


En el artículo Lo que el arte enseña sobre la desigualdad de género, publicado el 6 de julio de 2020 en El País, se describen las distintas formas en las que el arte ha representado la figura femenina, por medio del método iconográfico, que analiza las obras de arte desde los símbolos que aparecen en ellas, qué significados se les otorga en cada época y lugar, y cómo evolucionan. Aplicar el método permite entender cómo se han ido construyendo los estereotipos en torno al género. Una de las muchas cuestiones que pueden estudiarse son las imágenes relacionadas con la sensualidad y el erotismo.

Por otra parte, existen aquellos artículos, como el que publicó Milenio, en el que se critica o alaba el aspecto físico de las mujeres del mundo del espectáculo, dependiendo de su talla; el medio comparó a Adele con Emily Blunt proponiendo que debido a la pérdida de peso de la cantante, ahora es confundida con la actriz. Desde su titular, la nota anula la individualidad de Adele: “Confunden a Adele con Emily Blunt luego del gran cambio de la cantante”, además, el texto asegura que ese “gran cambio” se debe precisamente a que adelgazó: “Hace unas semanas, Adele estuvo en boca de todos luego de que compartiera en su Instagram una fotografía en donde aparece celebrando su cumpleaños número 32 y en la que luce más delgada que nunca. Ahora, su delgadez, el estilo de su cabello y las características faciales, como la barbilla partida, que comparte con Emily, explican perfectamente el motivo de la confusión, o el que alguien iniciara el rumor a manera de broma”.

Las publicaciones comparativas o de críticas físicas sobre personas públicas, son comunes y normalizadas en las revistas de moda y belleza para mujeres desde hace décadas. La realidad es que, al ser un referente de estilo y salud, nos hemos comprado la idea de estereotipos estéticos limitados, que además pasan por procesos de producción y edición que se salen de la realidad de las mismas modelos y artistas.

Desde que empezamos a desarrollarnos físicamente, estamos expuestas a un sinfín de reglas estrictas sobre cómo debemos vernos físicamente, vestirnos, maquillarnos, cuidarnos, comportarnos, alimentarnos y hasta sentirnos, de una forma tan sutil que parece normal y hasta “bonito” que las mujeres tengamos guías de cómo ser “perfectas”.

Pero, todas estas normas, lejos de hacernos sentir adecuadas, nos generan baja autoestima, inseguridades y rivalidad con otras mujeres por compararnos todo el tiempo con las demás.

Por tal motivo, uno de los principios del feminismo es la implementación de la sororidad, un término que surgió en el último lustro (basado en la palabra de origen anglosajón sisterhood), y que propone la alianza pacífica e incondicional entre mujeres, cambiando la forma cómo nos comportamos con las otras y de esta manera poder romper con los estigmas y prejuicios patriarcales.

A pesar de que es necesaria la solidaridad entre mujeres para dejar de vernos las unas a las otras como rivales potenciales, también es necesario exigir a los medios de comunicación y marcas comerciales la implementación de códigos de publicaciones con perspectiva de género y manifiestos que indiquen el nivel de producción que utilizan en sus imágenes, así como la inclusión de modelos para fomentar el respeto a la diversidad.

El sometimiento a las mujeres por medio de los estereotipos se está desarticulando poco a poco por la emancipación femenina. Aunque todavía falta mucho por trabajar, es un hecho que podemos notar que cuando un movimiento se lo propone, puede conseguir adaptar el sistema.


No se nace mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino«. 

Simone De Beauvoir.

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