La colaboración y el trabajo en colectivo de la comunidad del Barrio de Xonaca en Puebla es un ejemplo para distintas agrupaciones, donde las labores culturales y sociales pueden tener vida sin el respaldo o recursos de un gobierno.
El Centro de Bienestar Social Xonaca, ubicado a un costado de la Iglesia de la Candelaria, palpita al ritmo de los talleres de danza, costura y carpintería; de las puestas en escena de obras de teatro y conciertos y con las fiestas tradicionales de la Candelaria y sus tamales.
Niños acuden a sus patios para recibir formación en danza tradicional mexicana y las mujeres con experiencia comparten sus conocimientos en talleres de nutrición.
Los jardines viven con la composta que preparan artesanalmente los vecinos de Xonaca, y sus primeros frutos nacen tras meses de confinamiento por la pandemia.
El Centro de bienestar Xonaca, en estos momentos ubicado en el punto neurálgico del proyecto de los “Barrios Originarios” del gobierno de Miguel Barbosa Huerta, es ejemplo de resistencia frente a la gentrificación que extingue comunidades y pueblos para construir hoteles para visitantes ocasionales.
Esta lucha de cinco años de los vecinos de Xonaca ha contado con el respaldo del señor José Luis Gutiérrez, quien platicó con el equipo de Info Quórum sobre el proyecto, del trabajo para recuperar la casa y el deseo de que continúe para las generaciones de niños y jóvenes que vienen.
“Este es un centro comunitario, lo fundamos cerca de seis años un grupo de vecinos preocupados, porque la casa donde estamos fue ocupada por delincuentes”, dijo José Luis Gutiérrez.
La historia de la casa, platica, se remonta a los siglos XVIII y XIX, cuando el sitio formó parte de lo que fue conocido como Casa del Obispo, “que era a la casa de un obispo que usaba como finca o lugar de retiro, en ese entonces Xonaca era un barrio muy pequeño…, tiene 400 años de su fundación”.
«Para nosotros, el barrio tiene cuatro símbolos, uno es esta casa…, se dice que Maximiliano y Carlota –la primera noche que pasaron en México-, la pernoctaron acá. Con el transcurso del tiempo, la casa cambió de dueños, en los años 2000 esto llegó a ser un restaurante llamado El Portón de la cadena Waltmart. Cerraron, como quedó a la intemperie, se comenzó a poblar de drogadictos, malvivientes. Mientras no impactaban al barrio no hacíamos nada, pero comenzaron a haber asaltos, arrancaban a correr y huían por aquí, les decíamos a las autoridades, pero no hacían nada».
Asimismo, añadió que «los vecinos decidimos que los que vivían acá se fueran. Teníamos una organización que se llamaba Consejo de Unidad Vecinal, luchaba por rescatar los valores del barrio; esta casa, la Fuente de los Muñecos, la Iglesia de la Candelaria, el árbol que está enfrente y unos lavaderos que están hasta la fecha abandonados. También queríamos detener la violencia que se vivía y se venía».
«Cuando se soltó la violencia fuerte de la narcoviolencia que se venía con balaceras, nuestra lucha era detenerla, por eso buscamos que los delincuentes que vivían aquí se fueran. No pudimos hacerlo; fuimos amenazados. Pero llegó una persona que se acreditó como dueño, nos dijo que él se encargaría de sacarlos y cercar para que no vuelva a pasar y se va a cerrar la casa”.
En ese momento, recuerda José Luis, le dijeron que los vecinos no deseaban que se cerrara la casa: “nuestro plan era hacer una Casa de Cultura, dijo ‘yo no tengo inconveniente, pero si la casa se vende van a tener que irse’. Dijimos que estaba bien, mientras pudiéramos hacer algo por el barrio lo vamos hacer”.
Cuando los habitantes de Xonaca accedieron al recinto, descubrieron que esta fue saqueada y una de las puertas derribada: “no solo fueron los delincuentes que vivían aquí, había piedra de cantera en los patios, rejas de hierro forjado y fue banalizado y sacado en camiones. Una puerta fue derribada porque metieron camiones para saquear la casa. Todo eso pasó por la negligencia de los dueños de El Portón, no les importó lo que le afectó al barrio”.
“Por eso decidimos en ese momento hacer una Casa de la Cultura y ahora Centro de Bienestar social, que ahora se dedica a la promoción de la educación, el Arte y la Cultura. Nosotros nos dedicamos a charlas de cuidado de la salud, de prevención, cursos de nutrición, tenemos huertos urbanos; ya es más que una Casa de Cultura, tratamos que sea un centro de Comunidad, donde los vecinos vengan, aporten su trabajo y den algo en favor del barrio. Lo que nos debe importar es qué estamos haciendo por el barrio”, dijo.
Después de conversar por otra hora, nos invitaron a recorrer la casa, su espacio para teatro, cocina, talleres y galería. Llegamos a los huertos donde crecen los primeros frutos de un durazno, don José Luis los acercó a la cámara de video y con gusto, señaló cómo, ni la pandemia ni los ataques de supuestos dueños de la casa, han marchitado sus huertos ni su lucha a favor del barrio.