Como muchas, muchos y muches advertimos, la victoria de José Chedraui y su grupo prianista-morenovallista no hizo más que perpetuar un gobierno de derecha. Esta vez, ya no bajo las siglas del albiazul, sino cobijado por Morena.
En menos de dos meses, Chedraui ha demostrado que las viejas mañas aprendidas no se olvidan —o al menos no tan fácilmente—. Ha reafirmado que, aunque la derecha se vista de guinda, sigue siendo rancia, opresora, y dispuesta a usar recursos públicos de manera indiscriminada. Sus funcionarios han mostrado prepotencia y escaso diálogo con la ciudadanía.
Esto es evidente en varios episodios polémicos: la tala de árboles, la represión contra payasos en el centro histórico, la caravana Coca-Cola, el caso del Árbol de la Esperanza del Colectivo Voz de los Desaparecidos y la entrega presuntamente opaca de permisos a ambulantes en las periferias del centro histórico.
Sin duda, uno de los casos más indignantes ha sido el maltrato, la represión y el amedrentamiento hacia las y los integrantes del Colectivo Voz de los Desaparecidos. El pasado 29 de noviembre, estas familias intentaron colocar su tradicional «Árbol de la Esperanza», como lo hacen cada año. En administraciones anteriores, el PAN y el Yunque habían intentado impedirlo, pero las familias siempre lograban instalarlo. Este año, bajo un gobierno que ostenta un supuesto «logo progresista», se esperaba un cambio. No obstante, al ver a los familiares buscadores, funcionarios municipales salieron a amedrentarlos, agredirlos y amenazarlos con arrestos. Incluso enviaron elementos de seguridad para intimidar. Pese a todo, las familias no se rindieron y lograron colocar el árbol, un símbolo cargado de significados que, aparentemente, el alcalde no comprendió.
Como en otras administraciones poblanas, los árboles parecen ser los enemigos número uno del gobierno. Durante la gestión de Chedraui, ya se ha anunciado la tala de miles de ejemplares, sin que se den a conocer estudios al respecto. A esto se suman las múltiples denuncias ciudadanas en redes sociales sobre cortes ilegales de árboles, denuncias que el ayuntamiento ha ignorado.
El caso de los payasos tradicionales del centro histórico está estrechamente relacionado con el de los ambulantes golpeadores. Aquí se observa un trato privilegiado: mientras que a los payasos se les ignora y agrede, a los ambulantes presuntamente se les otorgan permisos para ocupar parques e incluso apropiarse de ellos con violencia hacia quienes los cuestionan.
¿Y qué decir de la caravana Coca-Cola? Este proyecto, impulsado por una industria señalada por causar sequías, graves problemas de salud, y apoyar el genocidio am pueblo palestino, además de manipular a la ciudadanía, fue acogido con entusiasmo por el alcalde. Al parecer, Chedraui prefirió pensar en los osos polares y Santa Claus, ignorando los problemas asociados con esta empresa. La caravana colapsó la ciudad, afectando 50 rutas de transporte público y la línea 3 del Metrobús. Esto sin importar que la mayoría de los ciudadanos dependen del transporte público, ni las urgencias o emergencias que se vieron comprometidas durante más de cinco horas de caos vial.
Quedan más de dos años y medio de la gestión de José Chedraui, pero, a juzgar por lo visto hasta ahora, no parece que vaya a haber un cambio significativo. Al final, el empresario y político es un viejo lobo de mar que sabe convivir con los sectores poderosos, pero que no comprende —o no quiere comprender— a los sectores populares.