El republicano Donald Trump será nuevamente presidente de los Estados Unidos de América tras derrotar, con el 51% de los votos, a su rival demócrata, la vicepresidenta Kamala Harris, quien obtuvo el 47.5%, en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre.
Siendo uno de los 500 empresarios más ricos del mundo de la revista Forbes y partidario del capitalismo tradicionalista, Trump pavimentó su retornó a la Casa Blanca con el apoyo de grandes empresarios, como él, que buscan gozar de políticas como las anti huelgas que les favorecieron durante su primer mandato; simultáneamente, como promotor de un discurso populista que hizo promesas concretas en los distintos estados del país, mezcladas con llamados ambiguos a «hacer a América grande otra vez» mediante políticas extremas, también arriba al poder con el apoyo de masas de clase trabajadora decepcionadas de los lobbys tradicionalistas.
Siendo el primer presidente de Estados Unidos con una condena penal y cuatro inculpaciones pendientes, Donald Trump es considerado el político más resiliente al escándalo, quien además será el segundo expresidente, después de Grover Cleveland, en la historia de su país en regresar a la Sala Oval tras perder la reelección estando en el poder. También es destacable que, con 78 años, Trump empata a Joe Biden en como el mandatario de mayor edad en los anales de su nación, esto a pesar de que la avanzada edad de Biden fue uno de los puntos más señalados al cuestionarse si capacidad para gobernar.
La campaña de Donald Trump rumbo a su segunda presidencia estuvo marcado por eventos como un presunto intento de asesinato durante un mitin en Pensilvania en el que un asistente murió, dos más fueron heridos de gravedad y el político sólo sufrió una rozadura de bala en una oreja.
A lo largo de la última etapa de las campañas presidenciales, especialmente durante las últimas semanas, varios análisis políticos auguraron la derrota de Kamala Harris, quien generó altas expectativas pese a haber iniciado de manera tardía la carrera electoral debido a la cuestionable desición demócrata de enviar originalmente nuevamente al ruedo a un Biden errático. Al entrar al relevo, Kamala desplegó de manera convincente sus mejores cualidades como el ser la primera candidata desde los años 80 en no pertenecer a una gran familia política o empresarial, pero conforme avanzó el proceso, su tibieza frente a críticas a su partido en temas como el apoyo a Israel en la guerra contra Palestina, y su incapacidad de comprometerse a romper con los lobbys tradicionalistas empresariales, socavaron su credibilidad ante las masas.