En un acto que mezcló espectáculo, política y propaganda, el presidente argentino Javier Milei protagonizó un concierto-mitin en el Movistar Arena, donde cantó clásicos del rock nacional, rindió homenaje al activista estadounidense Charlie Kirk, lanzó mensajes ideológicos y proclamó promesas de reformas estructurales. El evento ocurre en un momento marcado por una crisis económica profunda, fuertes protestas sociales, escándalos funcionarios y una derrota política reciente de su espacio.
El presidente ingresó al escenario bajo proyecciones de derrumbes y explosiones, y comenzó entonando “Demoliendo Hoteles” de Charly García. Durante el espectáculo cantó varias canciones clásicas del rock argentino, entonó el himno nacional a capela y modificó algunos versos para incluir alusiones a su partido La Libertad Avanza (“Mientras los chicos allá en la esquina pegan carteles de La Libertad Avanza”).
Críticos lo calificaron como un espectáculo de autocultivo más que una presentación seria de gestión. Página 12 señaló que, pese al clima festivo, el show buscó “limpiarse la imagen” en medio de acusaciones, crisis y renuncias en su propio espacio político.
En su alocución, Milei hizo un dramático homenaje a Charlie Kirk, declarado por él como un “mártir de la libertad”, en alusión al asesinato del activista estadounidense. También dirigió elogios a Donald Trump, a los libertarios y a la causa del libre mercado, mientras lanzaba críticas a los “izquierdistas” y a la “casta política”.
El acto tuvo un claro tinte electoral: se enmarca en las semanas previas a las elecciones legislativas nacionales del 26 de octubre, donde se define si su fuerza tendrá mayoría o enfrentará un Congreso hostil. Durante el concierto también exhibió su agenda política: anunció una futura reforma tributaria, afirmó que no emitiría más pesos y prometió eliminar la inflación.
También aprovechó el escenario para criticar a la “casta política” y presentarse como el único capaz de “salvar a la Argentina”. Sin embargo, detrás del show, la realidad del país es crítica: la economía se hunde, los salarios se desploman, el riesgo país alcanza niveles récord, el Congreso bloquea sus reformas, aumentan las renuncias dentro de su gabinete y su fuerza política sufre derrotas electorales.
Lejos de ser un gesto de conexión con la ciudadanía, el concierto fue percibido por analistas y medios como un intento de Milei por alimentar su ego y desviar la atención del colapso económico y político que enfrenta su administración. Mientras miles de argentinos luchan por sobrevivir ante una inflación superior al 200 %, el mandatario prefirió subir al escenario y entonar letras de rock como símbolo de rebeldía, en un acto que terminó siendo más un espectáculo personal que una respuesta a las urgencias del país.
