El asesinato de la madre buscadora Esmeralda Gallardo ha abierto dolor y fuerza a sus deudos y compañeros, así como una nueva brecha en el camino hacia la justicia y cuestionamientos sobre las responsabilidades de la prensa. Las familias de Voz de los Desaparecidos en Puebla son poderosas víctimas que en su indignación y exigencia al reconocimiento a la fuerza de su amor, obligan a la revisión.
El asesinato de la madre buscadora Blanca Esmeralda Gallardo ha abierto una nueva brecha en el camino hacia la justicia que debemos a las víctimas directas e indirectas de las desapariciones forzadas, una herida en su familia y compañeros de lucha, un motivo más de lucha para el Colectivo Voz de los Desaparecidos en Puebla, y una serie de cuestionamientos sobre el poder y las responsabilidades de la prensa que los medios locales deben abordar para poder acercarse correctamente a estos casos y que sirven para un debate nacional sobre la naturaleza, facultades y límites de la difusión mediática ética.
«A partir del indignante asesinato de nuestra compañera Esmeralda y la cobertura que se le ha estado dando exigimos a autoridades, medios de comunicación y opinión pública respetar la privacidad de las víctimas, así como sus datos personales. Les exigimos abstenerse de publicar filtraciones no verificadas que entorpezcan el debido proceso y pongan más en riesgo a quienes buscan a un familiar», escribió el colectivo el 4 de octubre, mientras dos de sus compañeras estaban en audiencia, y tenían que tomar postura ante el asesinato de otra luchadora. «
Los señalamientos al papel de la prensa surgieron velozmente cuando la organización buscadora recibió la noticia del asesinato de Esmeralda, pues sabían que había solicitado medidas de protección debido a la proximidad de una audiencia de alta importancia en el caso de la desaparición, ocurrida el 13 de enero de 2021, de su hija, Betzabé Alvarado Gallardo; así como también estaban al tanto de la inquietud que le generaba la publicación de recientes notas periodísticas que percibía revelaban datos sensibles.
«Estimados medios, hoy quiero pedirles que en sus artículos, en sus notas, también plasmen su amor por las víctimas múltiples de la inseguridad en este estado y en este país. Esmeralda ha sido múltiple víctima en un sistema que no ha sabido responder a las necesidades de los ciudadanos […] no, no basta para nosotros que se escriba de las vulnerabilidades de las familias, no nos ayuda que nos expongan vulnerables ante la sociedad; no sólo los lee la sociedad, leen también aquellos que están al asecho de quienes les resultamos incomodos», dijo María Luisa al concluir, este jueves, una oración por la madre cuya lucha han adoptado todos sus compañeros.»
Esmeralda fue asesinada en un día de alta importancia para la lucha por la búsqueda de personas desaparecidas. La mataron en la misma madrugada en que sus compañeros del colectivo se encontraban viajando a la Casa de Justicia de Tehuacán; y la noticia de que fue ultimada a balazos cuando salía rumbo a su trabajo les llegó minutos antes del inicio de una audiencia de control que resultó en un fallo histórico contra José Arturo «N», un agente del Ministerio Público de este municipio, con 30 años en funciones en áreas de investigación de homicidios y desapariciones, responsabilizado por la ausencia de evidencia fundamental en el caso de la desaparición forzada de Karina Yazmín Alducin Rodríguez ocurrida en agosto de 2016.
«El juicio a un ministerio público que tuvo en sus manos la responsabilidad de buscar a nuestra desaparecida Karina Yazmín Alducín Rodríguez […] un ministerio poderoso, con 30 años de trayectoria en la Fiscalía que también tuvo también en sus manos la suerte de investigar la desaparición de Abraham, de Vicente, de Juan de Dios, mi hijo […], la desaparición de Angela Paola Pérez Ramos y de todos los desaparecidos y de todas las victimas de homicidio en todo 2016 y 2017 en Tehuacán. ¡Qué poderoso!, ¿no? Sí, pero, ¿qué creen? Que no cumplió con su responsabilidad, que desapareció la evidencia y con ello volvió a desaparecer a Karina […] fue un día importante para nuestra lucha […] es un logro importante […] algo nunca antes visto […] pero este logro fue apagado, no se vio, no se leyó, porque, claro, es más escabroso, es más estrujante el asesinato artero de Esmeralda,»
Durante la duración del proceso legal por el cual se movilizó el colectivo, los activistas se mantuvieron en permanente revisión de las notas relativas al asesinato de su amiga y camarada, y se percataron de que el texto, sin firma de un redactor concreto, de uno de los diarios de mayor circulación en el estado relataba el homicidio dando santo y seña de direcciones y nombres que deberían estar reservados, mientras que otro portal se enfocaba en videos de patrullas y detalles del número de balas recibidas.
Las dos reporteras que viajamos desde Puebla con el colectivo atestiguamos el proceso de redacción de dos comunicados enfocados a la condena firme, el señalamiento de las faltas de las autoridades y el llamado a la prudencia y la paciencia mientras la organización balanceaba la conclusión de un proceso de mayúscula importancia para otra madre, al tiempo que sistematizaba y formalizaba la presentación de la información que tenían constatada sobre el asesinato de otra mamá.
Una atroz y sorpresiva situación obligó a personas que, nueve días antes, pasaron casi 24 horas en marcha por el día de acción global en el octavo aniversario de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, y que ese día estaban focalizadas a la atención de un proceso legal complejo, a tomar postura práctica, pertinente y, relativamente, parcial sobre un tema que universidades de comunicación con tiempo y presupuesto para discusión no han cerrado porque su naturaleza es de una complejidad que no se cierra en una jornada: poner pautas para lo revelado por los medios.
«De nada nos sirve que nos digan que van a esclarecer. No nos interesa que nos digan del esclarecimiento que van a hacer del involucramiento de las víctimas. Hoy sabemos del involucramiento en que andaba Esmeralda: andaba involucrada en la tarea del Estado, andaba involucrada haciéndola de abogada, de detective, de investigador, de juez, y de todo para encontrar a su hija, para encontrar a Betzabé […]no necesitamos que nos hablen de reuniones que no se han dado y no se van a dar».
La petición resultante de la ineludible conversación entre las víctimas activistas, fue un documento breve, prudente y contundente: sean cuidadosos con lo que les revelamos, lo que pueden obtener por sus propios canales, lo que los poderes les facilitan y lo que finalmente ponen a disposición de un público amplio en donde pueden caber sus agresores y los que se ven beneficiados por los altos a su incomoda batalla.
A lo largo de ese y el siguiente día se vio un contraste entre los ritmos de los involucrados en los casos y las personas que le dan eco a lo ocurrido, unos necesitan lidiar con un torbellino de llamadas, condolencias, exigencias y preguntas; mientras que los otros están marcados por la vorágine de los ritmos mediáticos, el tema del día, la frustración ante el silencio, e incluso la preocupación de que los señalamientos sobre imprudencias periodísticas no arriesguen la capacidad de trabajar, la reputación o, incluso, la seguridad personal.
Quienes estuvimos ahí dimos opiniones porque la realidad inevitable de circunstancias como estas es entrar en meditaciones sobre el propio actuar y el sendero de lo que hacemos.
Como redactora de este texto y testigo de acontecimientos que demandan un cuestionar perpetuo sobre lo que se dice y lo que se debe callar, puedo decir que vi debates que merecen una atención mayúscula si se desea avanzar al ritmo de los desafíos generales de la comunicación.
Como alguien entre línea que entró a la prensa como salto de la posición como activista enfocada a la comunicación de mensajes de lucha, puedo sostener con bases de experiencia y evidencia que Voz de los Desaparecidos es uno de los movimientos con mayor comprensión y análisis del ecosistema mediático estatal y de su importancia en el desarrollo de su lucha y los acontecimientos socio-políticos con los que ésta tiene que convivir.
Desde el momento en que supieron de la muerte de su compañera Esmeralda, hasta este día que realizaron una acción en homenaje a su vida y lucha, Voz de los Desaparecidos ha sostenido una postura que debe obligar a todos los medios a mirarse a sí mismos para hacer un examen que no es sanción ni censura, sino reto a definir la pertinencia y moralidad de lo que hacen, a la vez que convencen con razones a los movimientos sociales de que la confianza que les entregan no será traicionada y de que las perspectivas, hallazgos presentaciones que imprimen a lo que hacen tienen un sentido que no es dictado estrictamente por el atractivo que cautiva audiencias, sino también por la responsabilidad con la justicia merecida por quienes han vivido múltiples abusos.
«Gracias compañeros del colectivo y gracias a los reporteros, a ustedes que nunca terminan de desaparecer nuestros desaparecidos porque pasen los años ustedes siguen dándole cara a nuestro desaparecidos en los medios de comunicación. Muchas gracias por estar aquí», expresó la señora Paloma al concluir la audiencia en la que obtuvo una vinculación perseguida por seis años.
Antier, 4 de octubre, Paloma, madre de Karina Yazmín, dio un mensaje que suscribió la postura de sus compañeras y compañeros respecto a la importancia de la prensa responsable, pero sumó su particular experiencia de la importancia de la bravura (incluso temeridad) de los reporteros que dan rostro a sus desaparecidos en sus publicaciones y ponen la pauta para los archivos de estos casos. Su agradecimiento a los medios presentes fue más un agradecimiento al periodista físicamente ausente pero presente en el trayecto de documentación del caso; a quien hizo una acotación sobre algo que debió reservar, pero sobre todo reconoció con evidente cariño y admiración por su contribución.
Hoy, 6 de octubre, María Luisa Núñez, fundadora del Colectivo Voz de los Desaparecidos en Puebla, pronunció (cuando el transcurso de una misa ya había agotado el poco, difuso e impositivo tiempo de varios de los periodistas) un discurso de más de 13 minutos de ininterrumpida relevancia que reconocieron la influencia del llamado Cuarto Poder al tiempo que le reclamaron su compromiso con la causa de los vulnerados pero no desvalidos; que requieren más eco de su verídica potencia, que de su humana fragilidad que no pide ser revictimizada, sino dignificada y satisfecha en su demanda de justicia.
Fueron fulminantes las palabras de la madre buscadora sobre las notas que no fueron redactadas al rededor de una victoria histórica -y aún insuficiente- contra un ministerial que tuvo en sus manos el destino de las búsquedas de decenas o centenas de personas a lo largo de 30 años de servicio, porque se prefirió dedicar tiempo a notas que lastiman la percepción de seguridad de quienes se juegan la existencia por amor a sus ausentes y compromiso a no rendirse, bajo ninguna circunstancia, en la insistencia por hallarles.
En un detalle importante, por mínimo, por insignificante que parezca, o nos cuidan o nos desprotegen también. Ya comprendimos porqué dicen que la prensa es el cuarto poder; yo creo que no es el cuarto, yo creo que es de los primeros.»
Los señalamientos del colectivo a las repetidas y ya condenadas imprudencias y ofensas del gobernador de Puebla, Luis Miguel Gerónimo Barbosa Huerta, ante el complejo fenómeno de la desaparición forzada y la vulnerable situación de quienes encaran esta devastadora realidad, fueron también señalamientos para los medios que reproducen como acrítica caja de resonancia las palabras de un hombre sin filtros y de veleidosa y arrogante posición ante quienes demandan justicia.
El gobernador -consciente o no- propicia situaciones de riesgo que su aparato gubernamental no puede afrontar con medidas de protección a la altura de los peligros que las familias de desaparecidos retan -no por gusto- en la convicción de no doblarse nunca por el amor que les sostiene.
«Ustedes han jugado un papel muy importante siendo los portavoces del grito de lucha y esperanza de búsqueda de justicia y de verdad de nuestros desaparecidos y de todas las víctimas de este estado: ¡ayúdennos! Son medios, pero detrás de cada artículo, de cada pluma que escribe, hay una persona, hay un ser humanos, hay un padre, madre. Ayúdennos a decir la verdad y sólo la verdad. Apóyenos a exigir con justica y con razón […] nosotros seguimos necesitándolos, pero no somos carne de cañón».
Las palabras de esta mujer que ya tiene la amarga, pero firme paz de la tumba de un hijo, y que sigue por el amor que ha cultivado con la fuerza de su batalla generosa e inquebrantable, son un desafió fuerte para quien quiera ser digno de llamarse profesional de la comunicación. Hace un llamado a las conciencias, a la capacidad del que quiera seguir dialogando con ellos para entender que ellos son víctimas, pero víctimas poderosas; y que cuando asumen la indeseada pero irrenunciable tarea de caminar este trayecto en busca de personas y justicia, no lo hacen desde la debilidad, sino desde unas manos desnudas pero peligrosas que incomodan sistemas y acarrean peligros que no deben ser tomados a la ligera sino respetados en su magnitud y abordados desde una eticidad igual de firme que el valor, la constancia y el hambre que llena a quien se dedica al caso.
Los desaparecidos le plantan cara al gobernador que muchos medios besan en columnas por amor al convenio o temor a perderlo. Le dicen claramente que ellos no mienten y le ponen altos a la majadera irresponsabilidad con las que les insinúa que las víctimas no importan si no son perfectas, son incómodas o pueden ser arrojadas al pozo del desinterés porque no implican costo electoral.
Los desaparecidos son personas vulneradas pero fuertes que los poderes pueden -desde su sin vergüenza e inconciencia- jugar a ignorar, pero cuyo peso les puede aplastar al final de la jornada.
La indignación de la Voz de los Desaparecidos es un desafío para la prensa. Proyectar su poder es entender la realidad.