agosto 14, 2025 7:17 pm
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Takopi, la infancia que no fue entre la negligencia

A media temporada de verano, internautas y seguidores de anime han llegado a un consenso casi unánime que destaca a El pecado original de Takopi como una de las obras más destacadas del año. La razón no es tan evidente en un primer vistazo a las ilustraciones y presentaciones de la obra que pueden resultar engañosas por sus colores vibrantes y aparente inocencia… la realidad es que su contenido es un relato lleno de contrastes. 

Takopi es una pequeña criatura rosada llegada del Planeta Happy con la intención de, como lo sugiere su sitio de origen, repartir felicidad, en su caso, en el planeta Tierra. Siendo una criatura que desconoce las interacciones humanas y sus valores e ideas, se enfrenta a algunos obstáculos de compresión que lo llevan a determinadas situaciones. 

Esa es una cara de la historia: en contraposición de Takopi, se presenta a Shizuka, una niña de 9 años que sufre acoso despiadado por parte de una de sus compañeras de clase. Quizá la llegada e intenciones de Takopi serían lo más adecuado en las circunstancias de Shizuka, si se tratara de una dirección narrativa más convencional pero lo que ocurre en la obra es que Tapoki funge como un elemento de contraste (y hasta ironía) en un contexto de violencia y negligencia, algo que ni siquiera “la magia” puede remediar. 

Por más intentos de la criatura, incluso con la tecnología que podría brindar una alegría efímera, las situaciones del anime no se resuelven con los elementos fantasiosos, algo que la propia Shizuka interiorizó desde años atrás. Al contrario, cada vez se muestra la cruda realidad no solo de Shizuka sino de su propia violentadora, Marina, a quien no comprendemos del todo sino hasta capítulos posteriores. 

A la suma de personajes se integra Azuma, otro compañero de clase que vive al día con traumas y complejos desarrollados desde casa. Es aquí que hallamos el tema central del relato: las consecuencias de la negligencia, la ausencia de los padres y la violencia doméstica. El motor de las acciones de los pequeños se motiva en la indiferencia de los adultos, dejando a las infancias en la incertidumbre y el abandono o actuando en consecuencia de las violencias de sus padres. 

En la medida de lo posible, los tres protagonistas humanos actúan, reaccionan o “solucionan” de la manera que ellos creen es correcta, se fuerzan a encontrar remedios para sus situaciones, cargando con las responsabilidades que los ausentes adultos deberían reconocer y auxiliar. En medio de esto, Tapoki encarna la infancia que los pequeños no han podido tener: una que desconoce, que es curiosa, que continúa aprendiendo del mundo que le rodea y que, al final, ser víctimas de los mismos ciclos de agresión, pero que intenta acompañar.

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