Con el rechazo de algunxs mangakas y autorxs de manhwa hacia el acceso a las historias desde plataformas no oficiales (véase lo que planteaba en la columna pasada), mis pensamientos me llevaron, naturalmente, a un punto clave para que la difusión no oficial de este tipo de trabajos suceda; la columna vertebral, pienso, para el acceso democratico a obras o proyectos diversos: la traducción.
Si en algún momento llegaste a recurrir al consumo alternativo del entretenimiento (o en otras palabras, pirateria), altas son las probabilidades de hayas hecho uso de subtítulos. Eso, o buscado una traducción lo más fidedigna posible de un libro, cuento, cómic o fragmento narrativo de cualquier tipo. Y aquí viene el papel de la traducción “amateur” o, más bien, no oficial.
Aquí se integra el fansub y otras formas de traducción no oficiales: una labor inmensamente subestimada, más aún por los círculos traductores profesionales que priorizan la técnica, el estilo y el marco teórico, por encima de la funcionalidad de la traducción que, esencialmente, es buscar cruzar la barrera del idioma en la medida de lo posible.
Poco se habla de las líneas que se traducen para comprender los nuevos capítulos de una nueva serie que, de momento, quizá no podemos pagar. De los diálogos de esos cómics o mangas contenido en escaneos en páginas con docenas de anuncios. O de novelas, cuentos y poemas traducidos en la entrada de blog o sitios poco visitados, pero que cuentan con la única traducción disponible.
Detrás hay un trabajo que no busca ninguna remuneración y cuyo único propósito es el de acercar un producto cultural y/o artístico a más lectores o espectadores. Pese a una reputación -basada en una academía rígida o elitista y en lo prejuicios hacía el acceso “pirata”- este trabajo es clave en la circulación de la cultura y, no solo eso, sino que llega a crear traducciones tan buenas (o incluso más cuidadosas) como las de aquellas que llevan consigo la palabra “oficial” a un costado.

Lo ocurrido con la traducción oficial de El verano en que Hikaru murió -un estreno reciente en la plataforma de Netflix- es un ejemplo cercano: la traducción licenciada desvirtuó la intención de la obra, por lo que la traducción voluntaria, no oficial (fansub), no tardó en responder con alternativas: muchos enlaces y carpetas compartidas.
De hecho, ocurre que, con demasiada frecuencia, en el fansub de animes y mangas, hay una intención de contextualizar determinados diálogos o escenas de manera más profunda. Las notas en un costado de la pantalla o en el medio -con una tipografía distinta- son típicas en estos formatos, similar a lo que ocurre con las notas de páginas en libros.
Con todo esto, quiero reiterar que no busco romantizar, sino reconocer la función en la complejidad del acceso a la cultura, y su papel en la distribución alternativa; además de, SÍ, enaltecer la traducción fanática, “amateur” o no simplemente no oficial. Porque este tipo de traducciones pueden ocurrir, sea por la espera de una obra que no ha sido licenciada (o que incluso puede que nunca lo sea), o sea para facilitar el acceso a un lector o espectador que no cuenta con los recursos para hacerlo. Sea por gusto o por interés.
Después de todo, las mayores virtudes de la traducción son auxiliar, compartir y no limitar, a pesar de las barreras de la lengua.
En este sentido, quiero incluir -brevemente- las traducciones simultáneas que se hacen de contenidos de entretenimiento. En particular, la de transmisiones en vivo o streamings de eventos que se logran gracias a grupos organizados en plataformas o usuarios anónimos que facilitan para comprender.
En el kpop, por ejemplo, ARMY tiene una sólida comunidad que traduce de manera simultánea cuando los músicos de BTS interactúan o presentan algún proyecto. Su labor, sea de manera intencionada o no, hace frente a pagos o cargos extra para tener acceso a una traducción oficial que, muchas veces, es generada por Inteligencia Artificial.
Porque las traducciones “no oficiales” también pueden ser eso: una herramienta de apoyo a la comunidad, una postura contra los cargos o alza de precios e incluso una resistencia contra el avance de tecnologías que buscan reemplazar la labor humana.