junio 17, 2025 10:42 am
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Ex empleada de Alejandro Sanz abre debate sobre grooming y fanatismo

Ivet Playa Meca es una manager digital, creadora de contenido y gimnasta de 26 años, que, el pasado 15 de junio, publicó un vídeo en el que relató el contacto que presuntamente ha sostenido con el cantante español Alejandro Sanz a lo largo de la última década. Una exposición no acusa al interprete de actos ilegales, pero sí lo pone en el ojo público al señalarlo de actitudes ambiguas que ella califica de «moral y humanamente inaceptables», que podrían ser ser ciertas, pero de las que no presenta evidencias que no puedan estar sacadas de contexto, y que presenta haciendo uso de algunos términos incorrectos (como el llamarse a sí misma niña a la edad de 19 años), que han abierto un debate sobre el significado y el alcance del término grooming, sobre los riesgos (en ambos sentidos) del fanatismo, sobre la justicia laboral, la importancia de la terminología y la perspectiva de género, y sobre los posibles costos y ganancias de la exposición mediática.

De acuerdo a la narración que Ivet hizo en su cuenta de Instagram, ella comenzó a tener contacto por medio de redes sociales con Alejandro Sanz en el año 2015 (cuando tenía 16 años), cuando asegura que el cantante le daba me gusta a las fotografías que subía de sí misma y le enviaba mensajes privados. Señala que su primer contacto directo fue hasta los 18 años e insinúa que a partir de ese momento comenzó un contacto más continúo que le daba el conocimiento al artista de su contexto y del hecho de que en 2019, ella era una “niña” de 19 años que laboraba como dependienta de una tienda para pagar su entrada a través de diversas ciudades de España.

Destacando que ella era fanática devota, asegura que Sanz le abrió las puertas al mundo profesional dentro del espectáculo en el año 2020, a la edad de 22 años, cuando dejó su casa para mudarse a Madrid y poder trabajar en su equipo, un ambiente en el cual su vínculo se volvió cercano, compartieron mensajes personales, hasta llegar a un trato íntimo y sexual, en un punto en que él tenía 49 años.

Sin precisar los motivos exactos de sus desavenencias, más allá de que sus conversaciones personales eran «espiadas», Ivete asegura que Sanz la «humillo» y se la «llevó por delante», una expresión que él mismo cantante uso en una entrevista que dio a la Revista Vanity Fair en el mes de marzo, al hablar sobre la paz que sentía con su última producción musical, su nueva casa y su relación con la actriz Candela Márquez.

 «Me siento engañada, utilizada, humillada. Incluso sucia, porque no sé quién ha podido llegar a ver lo que yo le mandaba en mi más absoluta e íntegra intimidad«, dijo Ivete.

Debido a la falta de elementos que permitan apuntar a consecuencias legales del caso y la ambigüedad de lo relatado por Ivete Playa, el aspecto más importante de este tema son los debates que abre. En los comentarios del video y en las notas sobre el caso, hay usuarios expresan empatía por el dolor y sufrimiento emocional que ella asegura haber vivido. No obstante, la mayoría de usuarios expresan lo opuesto, etiquetando de victimización y despecho las palabras expresadas por ella con el objetivo de llamar la atención, incluso otros que expresan confusión al no observar una denuncia a un delito en específico; siendo este último tipo de comentario el único al que ella ha dado una respuesta, pues este lunes compartió una historia de su cuenta de Instagram en la que dice: “Quiero aclarar que mis declaraciones se refieren a actitudes moral y humanamente inaceptables (…) no culpabilizo a Alejandro Sanz de ninguna conducta delictiva».

Muchos titulares de medios etiquetaron la situación descrita por la joven como “grooming”, aunque este concepto, como se explica en la página web de la organización Save the Children involucra a una víctima menor de edad, con la que se crea un vínculo de confianza mediante el aislamiento de la víctima, distorsión de la valoración de los riesgos y la persuasión mediante platicas y actos sexuales, cosas que la joven no dijo que ocurrieron, pero que son sospechadas por algunas de las personas que escucharon su relato, puesto que han habido casos en que celebridades, superiores, empleadores u otras personas con algún rasgo de autoridad sobre un menor de edad, entablan vínculos cuando aún se encuentran en su adolescencia o infancia para poder entablar una relación sexual cuando ya son mayores de edad, cosa a la que apunta Ivet, pero de la que hasta el momento no hay evidencia, pues las fotografías que ella mostró de su perfil público de instagram como aquellas a las que la cuenta oficial de Alejandro Sanz dio like y compartió en su propio sitio, tienen todas menciones directas a su obra y, si su cuenta es manejada por un equipo de relaciones públicas -como suele ser el caso de la mayoría de los cantantes de su fama- podrían haber tenido respuestas únicamente por una estrategia de engagement mercadotécnico.

Otros temas que están siendo discutidos a raíz de esto, aunque en menor medida, son el tema de la propiedad y justicia laboral de contratar a un fan joven (aún cuando no sea mayor de edad) para hacer un trabajo como el que supuestamente Ivete inició con el equipo de Sanz; pues existen varios casos de explotación laboral alimentada por un empleador que se aprovecha de la idolatración de sus admiradores para tener mano de obra barata y vulnerable; o en sentido opuesto, casos minoritarios en los que la persona que admira y tenía relaciones parasociales extremas con su empleador desde antes de comenzar a tener un vínculo real, puede mal interpretar su contacto o tomar decisiones inapropiadas. Ambos tópicos se están mencionando a propósito de esto, aunque, nuevamente, no existen evidencias concretas para tomar ninguna de estas lecturas como algo más que escenarios posibles de una presunta relación.

Finalmente, el aspecto del video que mayor controversia ha generado en redes es el de la expresión usada por Ivete al autodenominarse niña de «19 años que trabajaba como dependienta para seguirle» -refiriéndose a que de esta forma pagaba su entrada a sus conciertos a lo largo de España-, después de admitir que su primer encuentro cara a cara con Sanz fue a los 18 años, y que el inició de su relación laboral y posterior presunta relación sexual ocurrió a sus 22 años.

Si bien, mucha personas interpretan esta expresión como una hipérbole para dimensionar la vulnerabilidad en la que identifica se encontraba; otros ven en esto una estrategia manipuladora o, cuando menos, una infantilización y victimización que niega la capacidad de decisión y la responsabilidad de alguien que ante la ley es mayor de edad y que incluso considerando nuevas discusiones sobre la duración real de las etapas de desarrollo humano de acuerdo a la sociología, psicología y biología, a lo mucho podría ser catalogada como adolescente, pero de ninguna manera como infante. En esta última lectura de su uso de la palabra «niña», que desaprueba lo inadecuada que es para narrar su situación, también cabe mencionar a al menos dos tipos de posturas radicalmente opuestas entre sí: la de quienes defienden los debidos procesos y consideran que, aún desde una perspectiva de género, al decirse a sí misma niña cuando ya era mayor, trivializa los sufrimientos de las verdaderas infancias ante situaciones de abuso a la par que infantiliza a las mujeres y su agencia sobre su propia sexualidad, y da municiones a detractores de las denuncias de violencia de género; y la postura machista de quienes toman esto como escusa para generalizar su menosprecio hacia todas las denuncias.

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