julio 12, 2025 8:42 am
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Luis Andrade: del carbón a la tinta, el arte como memoria y resistencia


Por: Alejandra Cosme Mota

Durante una tarde, cuadrando nuestras agendas para coincidir, nos reunimos en un pequeño café del centro y, entre guitarras, olor a café americano, bordados fotográficos y amigos en común, me dispuse a entrevistarlo.

José Luis Andrade Blanco, conocido artísticamente como Luis Andrade, eligió su nombre como creador en honor a su padre. Este gesto sencillo pero significativo, da cuenta de una vida marcada por la herencia, la búsqueda de sentido y la necesidad de transformar el entorno a través del arte. Aunque su formación inicial fue en ingeniería en ciencias de la computación, su verdadera vocación emergió más tarde, en un viaje a Europa, con un destino lejos de los códigos y cerca del dibujo, la tinta y la tierra.

Le pregunto acerca de sus estudios y la transición al arte, cuáles fueron las causas por las que cambió los números por los lápices y sacapuntas “Cuando estaba por elegir carrera, dudaba entre psicología e ingeniería”, cuenta Andrade. “Pero opté por la segunda por razones económicas; quería apoyar a mi familia porque vivíamos una situación precaria”.

Ya como ingeniero, trabajaba en un despacho haciendo modelado en 3D. Era artista digital, aunque aún no se asumía como tal. Fue en su cumpleaños número 28 que decidió viajar a Europa, movido por el deseo de no quedarse atrás frente a sus amigos que iban de vacaciones. Ese viaje se convirtió en un parteaguas.

Menciona cómo se dio cuenta que en México uno puede cambiar su vida con cosas pequeñas, abrir un puesto de esquites, por ejemplo: “En Europa todo es rígido, como un reloj. Ahí comprendí que lo que yo quería hacer era arte, así que regresé con la decisión firme de dedicarme a eso el resto de mi vida“.

En un autobús europeo, Luis escribió una lista de los momentos importantes de su vida. Al final, anotó: “Quiero ser artista lo que me resta de vida”. Desde entonces, esa ha sido su brújula.

Tinta, carbón y paisaje

Andrade ha trabajado con técnicas diversas: tinta, acuarela, acrílico, carbón. No elige los materiales al azar, sino según la intención que guía cada proyecto que realiza.

“Al inicio quería que la gente se conmoviera conmigo, como yo me conmuevo con los artistas que admiro. La experiencia estética era lo que más me importaba“, dijo.

Con el tiempo, su obra comenzó a dialogar con lo social, especialmente su entorno más inmediato: la zona de Flor del Bosque, en Puebla, donde vive. Fue ahí donde surgió Cenizas del bosque, un proyecto profundamente vinculado con el territorio y la crisis ecológica:

“Un día estaba en mi computadora y olí a quemado. Salí y vi una columna de humo gigantesca. Estaban talando y quemando un área de bosque aledaña a mi colonia. Talaban más de 400 árboles. Fue devastador, porque lo único que tenemos de valor en esa zona es el bosque. No hay calles pavimentadas, no hay infraestructura. El bosque es lo que tenemos”.

La respuesta de Andrade fue artística y política. Documentó el ecocidio en video y fotografía, recolectó troncos, hierba carbonizada, ceniza y carbón. La primera acción fue grabar los tocones cortados con tinta de grabado, pero pronto quiso dar un paso más: “Decidí usar el carbón de esos árboles para dibujar nuevos árboles. Quería que simbólicamente volvieran a existir. Así hice un dibujo en gran formato que funcionaba como una ventana al paisaje devastado”.

Este proyecto se expuso en la Alianza Francesa de Puebla en junio de 2024 y en Medellín, Colombia, en octubre del mismo año. Sin embargo, Andrade detectó la necesidad de dejar un registro más perdurable: es por eso está preparando un libro-archivo para documentar todo el proceso, desde los dibujos hasta las exposiciones. Se prevé que se publique a finales de 2025, con lo que cerrará formalmente el ciclo de Cenizas del bosque.

Expectativas del paisaje y el abandono institucional

Después de Cenizas…, le pregunto cómo fue que inició con “Transiciones del territorio” y Andrade menciona que se tomó un tiempo para reflexionar. No comenzó un nuevo proyecto de inmediato. En febrero de 2025, fue contactado por la Secretaría de Cultura del gobierno del estado Puebla para exponer en el Centro Cultural San Roque. A partir de ahí nació Expectativas del paisaje, un proyecto registrado con un título provisional: Transiciones del territorio. Sin embargo, lo que parecía una nueva etapa artística se convirtió en una experiencia amarga.

“Pedí apoyo económico y me dijeron que no podían darlo. Entonces me di cuenta de que no tenía sentido montar una exposición en un espacio institucional si todo iba a salir de mi bolsillo. Cancelé la exposición dos semanas antes. Pero el 6 de mayo, abrí Facebook y vi un cartel con mi nombre y el título provisional. No me avisaron que seguiría en la programación. Fue muy delicado. Mi credibilidad estaba en juego”, recordó Luis Andrade.

La credibilidad del artista en juego

Ante la exposición forzada, Andrade decidió intervenir el espacio de otra manera: presentó solo dos piezas. Una de ellas fue un lienzo en blanco que intervino en el momento; la otra, un paisaje sonoro. Para él, la exposición se convirtió en una acción crítica, una denuncia viva sobre el abandono institucional, la falta de comunicación y la precariedad en la que se desenvuelven muchos artistas en Puebla:

“En cuestiones humanas hubo apoyo: me ofrecieron sillas, una bocina. Pero no hubo respaldo económico ni comunicación clara. Fue un ejemplo de cómo estas prácticas están normalizadas y afectan nuestro quehacer artístico”.

Expectativas del paisaje nació desde una motivación poética y social, pero terminó convirtiéndose en una pieza de resistencia. Andrade señala que, aunque no fue planeado así, el proyecto se volvió una obra crítica y necesaria: “Se convirtió en un proyecto muy contemporáneo. No estaba planeado, pero me permitió evidenciar lo que sucede cuando los espacios institucionales operan sin ética ni respeto hacia los artistas”.

Una lección para el futuro

Cuando platicamos acerca de lo que viene y los aprendizajes obtenidos de las dificultades enfrentadas, el artista menciona que aún no es consciente de la influencia que tendrá lo que pasó en su trabajo a futuro, lo que sí es que él es un artista profesional, y cumplir con su trabajo, incluso en condiciones adversas, era muy importante.

Le pregunto si considera que este episodio —la exposición interrumpida, la falta de comunicación, la precariedad evidenciada— podría convertirse en un parteaguas para repensar colectivamente las condiciones laborales y creativas del arte en Puebla.

Hace una pausa, suspira, hay esperanza, pero también desconfianza: “Yo creo que sería optimista pensar que sí, porque somos una comunidad que se cuida mucho. Tal vez nos falta un sentido de unión y quisiera pensar que es posible, pero francamente lo dudo. Deseo que se detonen cambios profundos en estas colaboraciones”, responde con honestidad.

No hay amargura en sus palabras, sino una voluntad clara de poner límites desde la dignidad. Luis Andrade no busca protagonismo ni compasión; busca respeto.

“Sé que habrá una lectura mixta de lo que sucedió” dice, “y para aquellas personas que no estuvieron de acuerdo con mi decisión, les invitaría a acercarse más, a conocer a fondo cómo sucedieron realmente las cosas. No fue un berrinche. Fue una postura desde la dignidad y el respeto a mi proceso artístico”.

Lo dice con firmeza. Le importa más su integridad que la aprobación externa. Su exigencia no es económica, es ética: “No me interesa que el gobierno me pague; me interesa que haya colaboraciones serias y respetuosas con los artistas. Lo que más deseo es que se me perciba como alguien profesional, coherente con su trabajo y con sus principios. Eso es lo esencial para mí”.

En sus palabras resuena una urgencia que va más allá del caso personal: la de construir un ecosistema artístico donde la profesionalización, el respeto y la coherencia no sean la excepción, sino la base de todo vínculo institucional. Andrade lo sabe: los árboles talados no se recuperan, pero se pueden dibujar otros nuevos, con carbón, con voz, con postura. 

Le pregunto si aún tiene esperanza en los espacios públicos para el arte. Piensa un momento antes de responder: “Hay muchas personas buenas dentro de las instituciones, pero la estructura está hecha para oprimir. No basta con buenas intenciones. Se necesita una voluntad real de cambio, de cuidado. Y eso, hasta ahora, ha sido escaso”.

Hablamos también de lo que vendrá. Andrade menciona que trabaja en nuevas piezas y que su interés sigue anclado en el territorio, pero ahora con una mirada más introspectiva, menos monumental. “El paisaje también está adentro”, dice.

El arte como memoria del territorio

Luis Andrade no solo dibuja con carbón: traza rutas críticas, abre heridas del paisaje y del sistema, da testimonio del territorio que habita. En cada línea, deja constancia de su paso por el arte como una decisión vital, irreductible, innegociable. 

Aunque su camino comenzó con algoritmos, hoy su lenguaje es otro: el de los árboles caídos, las sombras del bosque, el trazo que denuncia, conmueve y construye la memoria.

Banner de la exposición de Luis Andrade.
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