Han pasado ya un par de días. El sexenio ya dio inicio. Las dos primeras conferencias matutinas ya han tenido lugar. Y aún hay quien le cuesta pronunciar la A. PresidentA, no presidente. Aunque se le puede demeritar o, al contrario, querer caer en su aspecto más prescriptivista, el lenguaje tiene un papel fundamental.
“Lo que no se nombra no existe”, así nos enseñaron, ya lo recordó la actual presidenta Claudia Sheibaum, que alza el nombre femenino y con ello una historia de represión, injusticia y violencia. Porque más allá del hecho de que lo haya expresado la presidenta, más allá incluso de lo que la designación implica en la historia de nuestro país y Latinoamérica, el nombrar -o la incapacidad de nombrar- es reflejo de todo el sistema patriarcal que aún impera.
Los debates sobre lo correcto y lo incorrecto, el “así se escribe” o “el así se dice no así” salen cada vez que los derechos y la existencia misma se pretende inhibir. Los siglos de opresión, cosificación y borrado no fueron suficientes, porque en el lenguaje aún persiste esta negación.
Tan solo hace unas décadas los títulos universitarios renegaban de los nombres femeninos: no existían las contadorAs, solo los contadores, no doctorAs, sino doctores. Un último intento por desacreditar la capacidad y la oportunidad en un aparente panorama de equidad e inclusión.
Es cierto que parece poco, y no debería ser aplaudido demás viniendo de una figura en el poder. Ya se critica y ya se cuestiona el que mujeres y diversidades sientan un atisbo de satisfacción, alegría u orgulloso, que se vean conmovidas por nombrar y decir. Pero es válido encontrar significado en lo ocurrido este primero de octubre. Esto no va peleado con el cuestionamiento y la observación.
Por supuesto, independientemente de lo dicho por la nueva presidenta, la conversación siempre ha existido; la lucha. Tanto de mujeres cis como de mujeres trans (porque ellas todAs fueron sumadas al discurso). Lo que parece una simple flexión trae consigo una serie de simbolismos, rupturas de esquemas. El lenguaje es parte de la lucha social.
Lo innegable aquí es que sí, efectivamente es histórico. Y si, aquel discurso enciende un poco más una conversación constantemente ignorada o desvalorizada bajo la justificación de que el lenguaje no debe ser modificado. No son necesarias instituciones como la RAE para validar la existencia, pero incluso estas han reconocido el nombre.
Se existe aunque no se nombre pero nos han enseñado que así se debe de hacer. Bien: es hora de nombrar, les guste al sistema patriarcal o no.