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Puebla: el eterno avilacamachista

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por Diego Martín Velázquez Caballero
*Columna de Diego Martín Velázquez Caballero

(…) Estamos hablando con el corazón en la mano, Hilario, no con frases buenas para engañar a la gente. Ni a ti ni a mí nos reclama el país. Nos reclaman (dejando a un lado tres o cuatro tontos y tres o cuatro ilusos) los grupos de convenencieros que andan a caza de un gancho de donde colgarse; es decir, tres o cuatro bandas de politiqueros…. ¿¡ Deberes para con el país!? 
Ignacio Aguirre 

Aún cuando la alternancia política se instaló en la entidad desde 2010 a nivel gubernatura, lo cierto es que predomina un transfuguismo político que muestra una presencia de las oligarquías de siempre y las nulas posibilidades para que los grupos subalternos y populares encuentren un cauce para atender sus necesidades.

Mientras se pensaba que el transfuguismo político iba a constituir una etapa temporal –aunque larga– de la práctica política, en tanto se generaban las rupturas históricas para ir conformando instituciones que configuraran el nuevo espectro de fuerzas democráticas; lo que ha sucedido es la consolidación de un sistema pragmático oligárquico que utiliza a los partidos como meras franquicias.

El transfuguismo ha devenido en un gatopardismo para que las camarillas históricas que han sustentado el poder político; pero, sobre todo, económico y social, se mantengan y reproduzcan. Después de la derrota del Partido Hegemónico, las reglas de la sucesión se volvieron un canibalismo que nada tiene que ver con la competencia electoral. El fin del PRI permitió el retorno del faccionalismo violento de principios del siglo XX en México. Entonces, como ahora, el faccionalismo agresivo genera ingobernabilidad y debilitamiento de las instituciones.

Puebla protagoniza una disputa familiar oligárquica donde siempre pierde la sociedad. 

Al menos tres tendencias del avilacamachismo compiten: gringos, morenos y revolucionarios. 

La escala de apariencia nos indica que, probablemente, Morena alcance la gubernatura; empero, dado el transfuguismo que ha sido una constante desde diciembre del año pasado, el avilacamachismo y el neoavilacamachismo permanecerán.

El problema del transfuguismo no es que genere realineamientos electorales constantes e impredecibles sino que termina por empoderar a las facciones o camarillas y desinstitucionalizar gobierno y partidos. Hay un núcleo común que pocos perciben, el nodo desde donde se distribuyen los privilegios y prebendas para los miembros de la oligarquía.

La derrota o triunfo de alguna camarilla no implica mayor diferencia, el núcleo es invisible y mantiene el control. Si todos los grupos políticos están vinculados con el prebostazgo más longevo de la historia local; entonces, no hay alternativas verdaderas.

Un claro ejemplo lo constituyen las experiencias en los Ayuntamientos y el Poder Legislativo; los representantes de Morena no han cambiado un mínimo elemento del viejo régimen. ¿De qué sirve gobernar los municipios más importantes del Estado? ¿Cuándo se modificarán las infaustas decisiones legislativas del pasado en materia municipal, de fiscalización y seguridad? ¿En qué momento se reestructurará el oscuro poder judicial, los aparatos de seguridad y el conjunto de la administración pública?

Pareciera que Puebla vive una transición de terciopelo, que no es otra cosa que una transición transada. Morena ha pasado de ser el Juan Preciado del “Llano en llamas” al partido que todos quieren como modelo cívico de Puebla, lamentablemente ello ha significado la incorporación de todo tipo de fuerzas sin ningún miramiento y, la mayor de las veces, por encima de las bases y redes ciudadanas auténticas. Si en verdad ganaron las elecciones locales de 2018, ¿para qué necesitan las alianzas con quienes dominan elecciones mediante la política de la panza?

El avilacamachismo gringo sólo cumple con su función histórica: representar los intereses de Mister Danger. 

En Puebla es conocido su papel durante el proceso revolucionario, socio del avilacamachismo y detonador de la emigración y pobreza que no forma parte de la Sociedad Civil. Es uno de los pilastres del autoritarismo local y se rodea de los grupos conservadores que refinaron el áspero linaje serreño que trajo el líder fundador. Dio cabida al morenovallismo y procuró impulsarlo como una de las alternativas nacionales. Completó la alternancia política en la entidad pero se sirvió del transfuguismo al máximo. Es el espacio de donde principalmente salen los cuadros que Morena está integrando. 

El avilacamachismo revolucionario mantiene la estructura corporativa caciquil del antiguo partido oficial; sin embargo, es consciente de que las victorias absolutas ya no volverán. También tiende puentes con Morena y muchos de sus lideres zigzaguean con estructuras electorales vendidas al mejor postor. Ahora que la polarización de la contienda electoral pasada parece haber terminado, inicia un traspaso de camarillas semejante a un derby que desilusiona. El partido que gane las elecciones tiene derecho a conformar un gobierno plural con elementos de diversa filiación política; empero, una contienda electoral supone una dialéctica de modelos de gobernanza y políticas públicas. Las elecciones donde las opciones implican ratificación son un fraude, una simulación de las que en México y Puebla fueron abundantes. ¿Qué ofrece Morena ahora para Puebla? ¿Cuál es su diferencia con el Neoavilacamachismo que se intentó fraguar desde el PAN? 

Los partidos políticos deben procurar su definición ideológica y militante. Si el transfuguismo continúa desbocadamente, los institutos terminan homologados y restan mayor soberanía al pueblo y sus ciudadanos. Aún queda tiempo para que la alternancia política en Puebla se lleve a cabo y, finalmente, pueda saltar la etapa autoritaria y oligárquica que la distingue.  
Nota por:
Diego Martín Velázquez Caballero

Diego Martín Velázquez Caballero

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